Los más recientes reportes en Sinaloa de los operativos para recuperar la seguridad pública dan cuenta de golpes a la delincuencia organizada en sus negocios de las drogas, giros negros asociados al nacortráfico y desmantelamiento de la red de videovigilancia, así como en la recuperación de vehículos y la liberación de personas privadas de la libertad por la acción de criminales.

Los avances en la reposición de seguridad y legalidad también deben reconocerse, así como hemos sostenido la permanente crítica y exigencia a los gobiernos federal, estatal y municipales cuando son rebasados por grupos o sujetos infractores de la ley cuya actividad recrudece la percepción de desprotección a los ciudadanos pacíficos.

Por ejemplo, entre las buenas noticias destaca el operativo policiaco y militar que rescató en Mazatlán a dos hombres y dos mujeres que se hallaban secuestrados en un domicilio del fraccionamiento Santa Teresa, como también es de reconocerse la ubicación y desactivación en Culiacán de más de 300 cámaras a través de las cuales una de las células que se enfrentan al interior del Cártel de Sinaloa vigilaba varios sectores de la capital del estado.

Cabe destacar que la mejoría de resultados se nota desde que el General Óscar Rentería Schazarino asumió la titularidad de la Secretaría de Seguridad Pública, quien fue designado por el secretario del ramo en lo federal, Omar García Harfuch, con la encomienda de presentar informes positivos en corto plazo.

Sin echar campanas a vuelo y sin que baje de intensidad la exigencia social por el finiquito de la persistente narcoguerra, como opinión pública debemos situarnos en el equilibrio de demandar enérgicamente el cese de la violencia y también aceptar con honestidad cuando se dan pasos firmes hacia tal propósito. En los días recientes han surgido motivos que abonan más a confiar en que vendrá la calma que en redundar en los miedos.

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