Las impresionantes ofrendas en relación al combate al narcotráfico que el gobierno de la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, le ofrece a su homólogo de Estados Unidos, Donald Trump, configuran un escenario de subordinación de Palacio Nacional con la Casa Blanca, por más que se disfrace de colaboración bilateral.

Y por si quedaba alguna duda del efecto que deriva de la presión de Trump con la amenaza de imponerle aranceles del 25 por ciento a las exportaciones mexicanas, ayer fueron enviadas al territorio estadounidense 29 personas que son acusadas de delitos asociados al nacortráfico, entre éstas los sinaloenses Rafael Caro Quintero, Vicente Carrillo Fuentes, José Guadalupe Tapia Quintero y José Ángel Canobbio Inzunza.

Al mismo tiempo, Sheinbaum envió a Estados Unidos a una delegación integrada por gran parte del Gabinete federal a rendir cuentas sobre las aceleradas acciones que realiza para combatir a organizaciones criminales que se dedican a producir y comercializar drogas ilícitas, principalmente fentanilo, siendo el caso de Sinaloa donde se informa diario de la destrucción de decenas de narcolaboratorios.

Las dos “pruebas de amor” que México le patentiza a Estados Unidos suceden a cinco días de que se cumpla el aplazamiento por un mes que Trump fijó antes de comenzar a aplicar medidas arancelarias a productos mexicanos, a cambio de que el gobierno de Sheinbaum refuerce la seguridad en la frontera con 10 mil elementos de la Guardia Nacional, exigencia que ya fue cumplida.

La mandataria mexicana es percibida con exagerada dedicación en atender los chantajees que dicta el gobierno de Estados Unidos, que sigue amenazando con trabar la relación comercial entre ambos países y que le ha tomado la medida a Sheinbaum en cuanto a la disposición a implementar con rapidez lo que determine el vecino del norte. Lo que falta por ver es si la labor antinarco desplegada sin precedentes en México le es suficiente a Trump para tratar con respeto a la nación azteca, o proseguirá con la relación al ras de la extorsión.