En Sinaloa corre la cuenta regresiva de la otra crisis que es el déficit de agua para consumo humano, pero no registran tal estado de alerta las acciones de fondo de los gobiernos estatal y municipales para tomar las medidas que contrarresten los efectos de esta emergencia que en poco tiempo agregará a las ciudades a los estragos que ya enfrentan las poblaciones rurales, sobre todo en zonas serranas.

Aunque en algunos sectores de Los Mochis y Culiacán son determinados tandeos en el suministro de agua potable se prevé que la restricción hídrica sea generalizada conforme se acerque el verano y continúe la ausencia de lluvias, situación que será de alta devastación si las instituciones vinculadas al tema persisten en minimizarla y adoptar medidas atenuantes, cuando el problema requiere de soluciones profundas.

Tanto la Comisión Nacional de Agua como la Secretaría del Bienestar y Desarrollo Sustentable del Gobierno de Sinaloa son rebasadas por la velocidad con que se presentan los daños del estiaje, pues de lo único que informan es de la distribución de agua en pipas sin precisar la zona beneficiada, el protocolo que se sigue y mucho menos del plan estratégico en caso de que las circunstancias se agraven.

Independientemente de que por causas naturales la amenaza de sequía sea disuelta, el gobierno de Rubén Rocha Moya debe tener como prioridad la atención de las consecuencias presentes que son menos del 10 por ciento de la capacidad de almacenamiento en las presas, nivel bajo que no se había reportado en tres décadas; quejas de habitantes del medio rural en el sentido de que el vital elemento no les llega en la cantidad y calidad adecuadas e impactos a actividades económicas como la agricultura y ganadería.

Es importante que las crisis, en este caso la de la sequía, sean atendidas antes de que presenten consecuencias más graves ya que la prevención y solución a partir de los primeros efectos son la única manera de reducir riesgos para la población. El aparato público se ve lento en activar la estructura técnica y humana de mitigación y respuesta, al mismo tiempo que los efectos llegan con la celeridad que las mismas desidias les aportan a las contingencias.

Otras editoriales

Seguridad pública a medias: continúa la narcoguerra en ciudades y medio rural