Los Capomos, El Fuerte.- “Acá el agua llega de vez en cuando”, cuenta la señora Hilda Elisa Laureano.

La mujer adulta mayor y habitante de la comunidad de Los Capomos, El Fuerte, cuenta que a veces tienen agua por la mañana y se va a la 1. Luego el servicio regresa hasta las 4 para, después de una hora, volver a quedarse sin agua.

La van racionando y pues uno se apura a agarrar y llenar los tambos”, cuenta.

Desde su hogar, a un costado de las vías del tren turístico el Chepe Express, esta mujer narra las dificultades cotidianas de vivir sin acceso constante al agua o drenaje. La escasez no es nueva, pero asegura, se ha agravado con el paso del tiempo y el crecimiento de la cabecera municipal, ubicada a tan solo 15 minutos en auto.

“Ya tiene como unos 10 años que se está acabando el agua. Mas antes siquiera teníamos agua acá para abajo, de las norias. Pero ya no hay”, explica.

Cuando hay agua entubada, Hilda tiene que aprovechar para acumularla, no importa si es a altas horas de la noche, cosa que sucede de manera cotidiana.

“¿Qué creen que uno no tiene ganas de dormir? Pero es que en la noche bombean y ahí anda uno agarrando la manguera con tal de agarrar agua porque otro día en la mañana pues ya no hay nada”.

Los Capomos

Para ahorrarla, Hilda reutiliza el agua del lavado de ropa para regar sus plantas, pues considera desperdicio el usar agua limpia. Además, muchos hogares de la comunidad cuentan con letrinas para no desperdiciar agua al ir al baño; así como fosa séptica debido a que la comunidad tampoco cuenta con drenaje.

Cuando pasan varios días sin agua, cuenta Irma Isabel Ibarra Laureano, hija de Hilda Elisa, compran pipadas de 8000 litros a 300 o 400 pesos.

Hace alrededor de 30 años, añade, Los Capomos se abastecía de un pozo ubicado en la sindicatura de Tetaroba, a 6 kilómetros al sur.

“Pero pasó el tiempo y los pozos ya no agarraban tanta agua, se fueron arrastrando y pues ya no fue suficiente”, explica.

Ante esto, cuenta que las autoridades optaron por surtir a Los Capomos con aguas del río Fuerte. Con esto se decía que ya no se sufriría por agua en la comunidad.

Sin embargo, con el crecimiento de la cabecera municipal se están fraccionando nuevos terrenos para viviendas, los cuales cree, acaparan el agua antes de que llegue a su comunidad.

“Están haciendo casitas y están teniendo ganado, también hay corrales y toda esa gente está agarrando agua de ese tubo que viene para acá y acá ya no llega con presión”.

“Desde que se trajo el agua de El Fuerte, se decía que ya no se iba a sufrir por el agua, que es por lo que más se sufre aquí en esta comunidad. Pero sí se sigue sufriendo, cuando no es que una bomba se descompuso o simplemente no hay agua y no saben por qué, nadie avisa”, reclama la mujer.

Los Capomos

Asimismo, la distribución del agua es desigual hasta en la misma comunidad, pues mientras que en la zona más céntrica del poblado hay servicio de manera más constante, a las orillas, donde vive Hilda Elisa este es más intermitente.

Más lejos, sobre una loma cruzando las vías, “para allá no llega nada”, señala Irma.

“Pero al mes llega el recibo del agua. Es una tarifa mínima, pero cada mes tenga o no tenga agua, uno tiene que pagar”.

La falta de lluvia en la comunidad, también ha afectado fuertemente a los cultivos de temporal. Tomás Ibarra, esposo de Hilda Elisa y padre de Irma Isabel, cuenta que la temporada pasada sembró un poco de maíz y ajonjolí, pero ante la sequía no obtuvo cosecha.

Ante está situación, que limita los medios de vida de los pobladores de Los Capomos, Irma Isabel cuenta que las parejas jóvenes de Los Capomos deciden mejor migrar hacia otras poblaciones para buscar empleo.

La gente deja la tierra y se va porque no le puede invertir mucho y ¿de donde va a vivir? Mejor se va a buscar otro trabajo porque aquí la mayoría no vive de la tierra, porque no es costeable”, cuenta.

Para ella, lo que ha mantenido poblada a la comunidad es la presencia del sistema de educación indígena, que da oportunidad de estudios y arraigo a los más jóvenes, al mismo tiempo que se vuelve una opción de vida para quienes se dedican a la docencia.

“Aquí hay muchas personas que son maestros de educación indígena y ahí trabajan. Aquí hay maestros de educación inicial, preescolar y primaria. Eso es lo que ha mantenido a tener gente aquí en la comunidad, que si no hubiera todo eso, fuera un pueblo fantasma”, opina.

Los Capomos

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Vivir sin acceso al agua en el noroeste de México, una de las zonas más áridas del país, es un reto diario al que se enfrentan miles de familias que sufren, en forma de falta de lluvias, las consecuencias directas del Cambio Climático.

Si durante años anteriores las lluvias eran suficientes para atender las necesidades del hogar, sembrar cultivos de temporal e incluso criar ganado o animales de corral, hoy en día miles de familias de comunidades rurales de Sinaloa se enfrentan a una sequía que les niega el agua hasta para bañarse.

Si antes el Programa Emergente de Sequía iniciaba en el mes de abril y terminaba entre septiembre y octubre, durante el último año este se mantuvo de manera constante durante los meses de noviembre y diciembre, y se continuó durante enero y febrero para iniciarse temprano desde este mes de marzo.

Esto, que no había sucedido antes, pone en evidencia el agravamiento de la sequía, pues cada vez son más los pueblos que solicitan el apoyo del Gobierno ante la escasez de agua.

Tan solo el año pasado, este programa atendió a más de 200 mil sinaloenses de 300 comunidades rurales del estado y hasta febrero del 2025 ya eran 57 mil sinaloenses en 130 comunidades de 4 municipios los que eran atendidos mediante este programa.

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¿Cómo es vivir sin agua?, la realidad de los pueblos del norte de Sinaloa