La Línea, El Fuerte.- “Si viene una pipa y reparte en Las Higueras, no reparte en todo. Y aparte para acá no alcanza a venir”, cuenta Antonia Robles, habitante de la comunidad de La Línea, en el municipio de El Fuerte.

Ubicado justo en el límite con el municipio de Ahome, La Línea es una comunidad de menos de 400 habitantes, donde el 47% pertenece a una cultura indígena.

En su hogar, al igual que en por lo menos 50 comunidades rurales de El Fuerte, el agua sale a muy baja presión, pero aquí el servicio se va a alrededor de las 4 de la tarde.

Antonia supone que esto se debe a que La Línea es la última comunidad del municipio, y que en su camino por las tuberías de la JAPAF el agua es extraída por habitantes de las comunidades anteriores, como El Ranchito o Las Higueras de Los Natoches, dejando a su comunidad sin acceso al recurso.

“No sé  si se va completamente o los de allá si tienen agua y para acá no alcanza a llegar, porque a lo mejor hay mucha gente que tiene bomba y la jala, entonces nos deja sin agua. Como nosotros somos la última comunidad, me imagino, aquí me llega poquita”, se plantea Antonia.

A pesar de esto, Antonia reconoce que su situación no es la peor de la comunidad, pues hay personas a las que, ‘de plano’, no les llega nada de agua.

Así, cuando el líquido escasea en La Línea sus habitantes optan por estrategias como tomarla directamente del arroyo cercano o hacer pozos que en los últimos meses se han ido secando.

“Nosotros también teníamos (pozo), pero se derrocó porque hay mucho topo. Yo digo que por eso, porque había mucho topo y salía lodo. Ahorita ya no sé cómo estén, si sale agua del pozo; pero muchos dicen que ya no hay”, explica.

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Planta Purificadora de la JAPAF en Mochicahui, El Fuerte.

Hace 30 años, cuando llegó a vivir en la comunidad, cuenta que captaban agua haciendo hoyos y acarreando el agua en cubetas. Hasta que se construyó una planta potabilizadora en Mochicahui. “Pero igual como son muchas comunidades hasta Jahuara no nos abastecía para acá”.

Más adelante, señala, se pidió a las autoridades que llevaran agua desde el arroyo, la cual en un inició salía limpia, pero actualmente se muestra amarilla y revuelta.

“Sí la estuvieron curando las primeras veces, pero ya después no. El agua salía amarilla, muy revuelta. Parecía chocolate el agua y así la teníamos que agarrar  para que se asentara en los botes porque no había más”, explica Antonia.

“Y ahorita está que sale limpia, al rato sale sucia”, cuenta.

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Antonia Robles llena uno de sus recipientes en su hogar en la comunidad de La Línea.

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Vivir sin acceso al agua en el noroeste de México, una de las zonas más áridas del país, es un reto diario al que se enfrentan miles de familias que sufren, en forma de falta de lluvias, las consecuencias directas del Cambio Climático.

Si durante años anteriores las lluvias eran suficientes para atender las necesidades del hogar, sembrar cultivos de temporal e incluso criar ganado o animales de corral, hoy en día miles de familias de comunidades rurales de Sinaloa se enfrentan a una sequía que les niega el agua hasta para bañarse.

Si antes el Programa Emergente de Sequía iniciaba en el mes de abril y terminaba entre septiembre y octubre, durante el último año este se mantuvo de manera constante durante los meses de noviembre y diciembre, y se continuó durante enero y febrero para iniciarse temprano desde este mes de marzo.

Esto, que no había sucedido antes, pone en evidencia el agravamiento de la sequía, pues cada vez son más los pueblos que solicitan el apoyo del Gobierno ante la escasez de agua.

Tan solo el año pasado, este programa atendió a más de 200 mil sinaloenses de 300 comunidades rurales del estado y hasta febrero del 2025 ya eran 57 mil sinaloenses en 130 comunidades de 4 municipios los que eran atendidos mediante este programa.

Lee el reportaje completo:
¿Cómo es vivir sin agua?, la realidad de los pueblos del norte de Sinaloa