El escándalo en que se ha convertido el Zoológico de Culiacán agravado por el silencio de las autoridades municipales, estatales y federales coloca a este centro de esparcimiento en imán de sospechas y desprestigios cuando debería consolidarse como punto de convivencia de familias que en estos momentos de crisis de la seguridad pública necesitan de opciones de paz y reencuentros.

El gobierno municipal de Juan de Dios Gámez Mendívil parece poco preocupado y menos ocupado en poner orden en este tema que involucra una instalación que es patrimonio ciudadano, pues el mutismo y la actitud de dejar pasar, dejar hacer, le agregan leña a un fuego que está acabando con el lugar que históricamente ha atraído a los culiacanenses y turistas.

El silencio del Ayuntamiento de Culiacán, Gobierno del Estado y Procuraduría Federal de Protección al Ambiente los hace parte del deterioro que muestra el Zoológico por la disputa de la propiedad de las especies de la fauna albergadas allí, lo cual coloca a los animales en exhibición en situaciones de descuido y manejos inadecuados.

La estrategia de guardar silencio y fingir que no pasa nada frente a problemas cada vez más graves podría constituir delitos por negligencias y omisiones, implicando a las autoridades que se muestran indiferentes al mismo tiempo que en medios de comunicación, redes sociales y conversación pública adquiere fuerza la conjetura de la complicidad con intereses encubiertos por la inacción de la ley.

Aplicar la ley de protección animal, castigar los ilícitos que deriven de corrupción, reordenar administrativamente y ponerle atención a lo que está podrido allí adentro son obligaciones del alcalde que no puede postergar. De lo contrario, a como va el Zoológico de Culiacán dejará de ser el sitio obligado a visitar y acabará siendo el parque donde coexisten intocables las negligencias, impunidades y autoridades desvanecidas.