Sinaloa ha construido históricamente su desarrollo económico sobre una base agropecuaria robusta; a pesar de ser líder nacional en cultivos como maíz, tomate y otras hortalizas ha dado identidad, empleo y divisas al estado. Sin embargo, esta fortaleza también ha operado como una trampa estructural: la economía sinaloense sigue atrapada en un modelo primario-exportador, con bajo dinamismo en el sector secundario y una escasa transformación industrial de su producción.
Las estadísticas lo confirman. De acuerdo con los coeficientes de localización y participación sectorial, Sinaloa mantiene una alta concentración en el sector primario, mientras que su participación en la industria manufacturera y otras actividades secundarias es notoriamente baja y apenas muestra avances marginales en las últimas dos décadas. Este fenómeno limita la creación de empleos de mayor valor agregado, restringe el desarrollo tecnológico local y frena el crecimiento económico sostenido.
La trampa de la baja industrialización no solo es un problema económico, sino también de política pública. La falta de una estrategia industrial clara, con incentivos a la inversión productiva, desarrollo de infraestructura y vinculación con centros de innovación y universidades, ha dejado al estado rezagado frente a regiones que sí apostaron por diversificar su matriz productiva. A pesar del potencial agroindustrial, Sinaloa exporta materia prima sin mayor transformación, lo que implica una pérdida sistemática de valor económico.
Más preocupante aún es la ausencia de clústeres industriales regionales que articulen empresas tractoras con proveedores locales, instituciones tecnológicas y cadenas de suministro eficientes;
teniendo como resultados una economía fragmentada, dependiente de coyunturas agrícolas y vulnerable a choques climáticos, fitosanitarios y de mercado.
Salir de esta trampa exige una visión de largo plazo y decisiones valientes. Sinaloa debe avanzar hacia una economía mixta e innovadora, donde la agroindustria, la manufactura avanzada, la economía del conocimiento y las tecnologías verdes puedan generar sinergias. Esto requiere modernizar su política industrial, atraer inversión de calidad, crear infraestructura logística moderna y fortalecer el capital humano con perfiles técnicos e ingenieriles.
El futuro no puede seguir dependiendo de la siembra; la economía tiene que evolucionar y reindustrializar Sinaloa, no significa abandonar el campo, sino impulsarlo con tecnología, integración de cadenas productivas y creación de valor. Solo así podrá el estado construir una economía más resistente, inclusiva y competitiva en el contexto nacional e internacional.
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