Culiacán, Sinaloa.- Mientras las autoridades hablan de reactivación nocturna, en Culiacán los bares LGBT+ sobreviven con apenas un hilo de clientela. Las dragas locales han reducido sus shows a lo mínimo posible. Y para las mujeres trans que ejercen el trabajo sexual, salir a la calle implica arriesgarse a la violencia, al abuso o a no volver a casa.

“Antes iba al antro y me encontraba a todas las comadres. Ahora, si acaso está la que hostea. No es que no queramos salir, es que no podemos. Cada noche puede ser la última”, Marco Valentine, artista visual.

En Culiacán, la crisis de violencia ha tenido efectos visibles: comercios cerrados, clases canceladas, zonas sin tránsito desde temprano. Pero hay una parte en las sombras que también está perdiendo sus espacios: la comunidad LGBT+.

Drag, un arte en resistencia

Carlos Hernández, director de Mamma Mía —uno de los bares más icónicos de la escena LGBT+ en Culiacán— comentó en entrevista para ESPEJO que han tenido impactos significativos de manera económica.

Para el momento en que se dio esta entrevista, informó que ahora solamente el bar se encuentra activo viernes y sábado, teniendo una caída de afluencia de aproximadamente 70–80 por ciento. A veces, tan poca gente que “no salen ni los gastos del show”.

“De tener artistas nacionales, gogós y shows completos, ahora apenas tenemos una draga fija. La gente ya no sale, hay miedo. Y sin gente, no hay ingreso ni espectáculo”, dijo Carlos Hernández, director de Mamma Mía.

Performance Drag en el Mamma mia antes de la crisis de violencia.

 

Para las artistas drag, el panorama es igual de triste. Vamperra, una joven baby drag —alguien que está empezando como drag queen— contó que ser draga en Culiacán siempre ha sido peligroso, puesto que ser femenino se ha considerado como sinónimo de debilidad, y que a este peligro cultural se ha sumado otro tipo de violencia.

“Ya no es solo el miedo de andar por la calle en drag y vivir un acto de odio. Ahora suma el miedo a quedar atrapada en una balacera, a que cierren los bares y no regresar a casa”, aseguró Vamperra.

Aseguró que muchas artistas están migrando a otras ciudades, como ella, que migró a Guadalajara en busca de seguridad y oportunidades.

En el caso de las baby drags, no cobran por asistir a eventos, trabajan por propinas o “exposición”, y, en la actualidad, no hay suficientes eventos y pocos espacios —como el Mamma mia— para presentarse.

“Se puede vivir del drag, pero no en estas condiciones”, señaló.

De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en Sinaloa el 5 por ciento población pertenece a la comunidad LGBT+

Carlos Hernández platicó que, cuando la escena drag de Culiacán comenzaba a hacerse conocida a nivel nacional por concursos como Ícono Drag, el escenario se vio apagado de manera repentina por una ola de violencia de la cual aún no han podido recuperarse, y hoy siguen buscando alternativas para mantener el bar y sus trabajadores a flote.

Las que se paran en la calle: trabajo sexual y sobrevivencia

Pero si el drag resiste con dificultad, el trabajo sexual trans es brutalmente castigado. Jamie Romina Félix, empresaria, estilista y activista trans, lo vive y lo escucha todos los días desde su colectivo en Culiacán.

Durante años ha acompañado a compañeras que se dedican al trabajo sexual, particularmente en zonas como la conocida Caseta 4. Su testimonio revela una realidad marcada por el miedo, la estigmatización, la violencia y la indiferencia del Estado. Las denuncias no avanzan, y la impunidad es segura.

“Las chicas que trabajan en la calle salen, pero exponiéndose a muchas cosas. Las corretean, les espantan a los clientes, las hostigan. Y no solo los criminales: también los policías”, denunció Jamie.

“Los policías nos correteaban como deporte. Les daba risa vernos correr. A veces se metían a los bares y nos sacaban de los baños de los pelos. Nos orinaban, nos golpeaban. Eso pasaba y sigue pasando”, secundó Ximena con X, mujer trans y activista por los derechos de las personas trans en Sinaloa.

La impunidad, el acoso y más violencias que refieren ambas mujeres trans puede verse en el 50 por ciento de crímenes en contra de hombres, mujeres y personas no binarias que han sido asesinadas en Sinaloa entre 2013 y 2024. Esto, según el Observatorio Nacional de Crímenes de Odio contra personas LGBTIQ+

Jamie tuvo que cerrar uno de sus negocios por la crisis de violencia, asegurando que muchas compañeras que se dedican al servicio sexual han migrado a otras ciudades o han optado por cambiar de trabajo para no exponerse en la noche, aunque eso tampoco garantiza seguridad.

“Tengo dos conocidas que saben de estilismo y volvieron a dedicarse a eso. Una de ellas ha pasado por muchas situaciones difíciles por andar en la calle. Ahora trabaja como estilista, de hecho, en la misma plaza donde yo entré. Pero últimamente, la delincuencia también afecta ahí”, dijo.

Conseguir trabajo formal siendo mujer trans en Sinaloa —y en muchas partes del país— sigue siendo una tarea casi imposible. Las barreras comienzan desde la apariencia: uñas pintadas, cabello largo, voz, nombre, o simplemente no “parecer” quien se dice ser en los documentos oficiales. Pero las barreras más grandes están en la transfobia de quienes contratan.

“Te piden que no seas tú. Que no te maquilles, que no lleves el cabello largo, que no te muestres como eres. No quieren que seas trans”, explicó Ximena con X.

El desempleo entre mujeres trans no es casualidad. Es el resultado de una sociedad que aún no las reconoce plenamente como ciudadanas, como trabajadoras, como sujetas de derechos. El sistema las empuja hacia oficios informales.

“Muchas veces no es que se quiera ser puta. Es que es el único lugar donde todavía puedes existir como eres y ganar algo de dinero”, concluyó la activista Ximena con X.

 

“Resistir con glitter, a pesar de todo”

 

La población LGBT+ en Culiacán no vive, sino que resiste. Y resiste en los márgenes: en bares medio vacíos, en shows donde no salen los gastos, en calles oscuras donde ser mujer trans significa jugarse la vida cada noche.

Para las personas entrevistadas para este reportaje, el drag no ha muerto, la comunidad trans no ha desaparecido, pero siguen resistiendo solas, con poco apoyo, con una justicia que no llega y una sociedad que aún no quiere verlas. La noche aún no es segura, pero ellas siguen ahí, brillando, aunque sea entre sombras.

 

 

 

 

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