La jornada violenta de ayer en varios puntos de los municipios de Culiacán y Navolato echa abajo la estimación gubernamental que considera que la inseguridad cede en Sinaloa, porque se impone de de nuevo la testaruda realidad por encima cálculos que en vez de ajustarse a los hechos proceden a manipularlos y minimizarlos.

Sin embargo, la cruda expresión de la prolongada narcoguerra podría aportar a que la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, perciba en su visita a Sinaloa, anunciada para el fin de semana, el también evidente agotamiento de la capacidad de resistencia de una sociedad urgida de paz y Estado de derecho.

La confianza en las instituciones federales y estatales va en caída libre cada vez que el crimen organizado actúa para implantar miedo y anarquía, tal como sucedió ayer con homicidios en plena vía pública en diferentes puntos de Sinaloa y enfrentamientos en el sector sur de Culiacán y en La Palma, municipio de Navolato.

La presidenta Sheinbaum debe traer soluciones más efectivas para que la fuerza pública federal y estatal logren establecer la ley y civilidad como finiquito de más de ocho meses del choque violento en el Cártel de Sinaloa que se tarduce en el terrible saldo de mil 314 homicidios dolosos, mil 438 personas privadas de la libertad y 4 mil 983 vehículos robados, economía en picada y afectaciones sociales inestimadas.

En la agenda presidencial a desarrollar en Sinaloa no cabe la oratoria del todo bien, del vamos avanzando, porque constituye burla para la ciudadanía que recibe los coletazos del narco que derriban la tranquildad y los esfuerzos lícitos para el desarrollo. Más bien lo que sí vale es patentizarle a la presidenta Sheinbaum el grito de auxilio cuando la violencia nos pone en riesgo a todos, lo amenaza todo.

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