Desde la participación en Sinaloa de 287 mil votantes en la elección judicial del 1 de junio, es posible leer los mensajes o notificaciones de más de tres millones de personas que se abstuvieron y decidieron guardar el sufragio para mejores condiciones donde la democracia electiva persiga propósitos mucho más importantes que la obstinación de grupos de poder por demoler a las instituciones nacionales.
La lección para el gobierno de Claudia Sheinbaum, y para su antecesor que tuvo la idea que una gran mayoría ciudadana rechazó, consiste en convencer a la sociedad con argumentos razonables en lugar de imponer los interes de un partido, en este caso el Movimiento Regeneración Nacional y la tentación autoritaria que toma el control de la Suprema Corte de Justicia de la Nación para consumar la anulación de la independencia entre los poderes de la unión.
En el plano estatal, de acuerdo al cómputo que realizó el Instituto Nacional Electoral, votó sólo el 12 por ciento de los sinaloenses, lo cual se traduce en la ausencia de legitimidad y la repercusión tarde o temprano de la pérdida de confianza en el personal judicial, credibilidad que será posible recuperar con el desempeño ejemplar de la judicatura y la ruptura del freno que busca imponer el Ejecutivo federal.
Habrá coyunturas que permitan manipular al pueblo por algún tiempo, pero nunca será posible controlarlo y engañarlo por siempre, moraleja puntual para la actual clase gobernante que olvidó pronto las transiciones logradas por la vía democrática que despalazaron a los partidos Revolucionario Institucional y Acción Nacional de los centros de decisión en México, para instalar allí a Morena y su corta memoria política.
Alimentar la participación ciudadana desde las correctas decisiones de los servidores públicos sería la principal exigencia que resultó del referéndum del primer domingo de junio, posicionamiento más de parte de los abstensos que de los sufragantes. Habrá justificaciones, artilugios y matices en el lado del gobierno para legítimar lo ilegítimo, sin embargo, la silenciosa voz de quienes desairaron las urnas grita por correcciones y sensateces inmediatas.
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