En un contexto nacional marcado por desequilibrios persistentes, los datos económicos más recientes sobre Sinaloa revelan una realidad con claros contrastes. Las cifras ofrecen señales de avance en algunos sectores, pero al analizarlas a fondo, emergen problemas estructurales profundos que limitan el potencial de crecimiento real y sostenido.
1. Crecimiento Económico: sin diversificación no hay garantía.
Sinaloa reporta cierto dinamismo en su crecimiento económico, pero sigue atado a los altibajos del sector agropecuario y, en menor medida, del turismo costero. Se trata de una economía que depende de factores climáticos, ciclos de precios internacionales y escasa transformación industrial. En lugar de aprovechar el momento para diversificar su matriz productiva, se continúa apostando a los sectores tradicionales, sin una estrategia clara para industrializar el campo ni para retener valor agregado dentro del estado.
2. Empleo: La informalidad es alta.
Aunque ha habido una ligera recuperación del empleo formal, la informalidad laboral sigue siendo alarmante, especialmente en sectores rurales y de servicios. Más de la mitad de la población ocupada en Sinaloa trabaja sin contrato, sin prestaciones y sin acceso a la seguridad social. Esto no solo reduce la calidad de vida de miles de familias, sino que debilita la base fiscal del estado. Mientras no existan políticas regionales adaptadas al entorno agrícola y comercial local, difícilmente se avanzará.
3. Inversión privada: aunque existen promesas de grandes inversiones, aún no se materializa.
Sinaloa no ha logrado posicionarse como un destino relevante para la inversión privada, ni en manufactura ni en innovación. Pese a discursos optimistas, el estado carece de un entorno competitivo: la inseguridad, la falta de infraestructura moderna y los cuellos de botella regulatorios siguen siendo barreras reales. Las grandes oportunidades que ofrece el fenómeno del nearshoring apenas se mencionan en discursos, pero no se traducen en acciones ni proyectos concretos.
4. Inseguridad: el mayor desafío que enfrenta la ciudad.
No se puede hablar de desarrollo económico sin mencionar el problema de la inseguridad. El crimen organizado mantiene presencia activa en zonas agrícolas, rutas de transporte y en la ciudad, afectando tanto la inversión como la vida cotidiana. La ausencia de una estrategia económica segura y creíble para revertir esta situación es una de las razones por las que Sinaloa no logra atraer capital nuevo ni consolidar su economía formal.
5. Educación y formación de capital humano.
Universidades y centros técnicos han ampliado su cobertura, pero el desajuste entre lo que se enseña y lo que el mercado necesita es cada vez más evidente. Se siguen formando profesionistas en áreas saturadas, mientras sectores estratégicos como la agroindustria tecnológica, logística o energías renovables no encuentran el talento capacitado que requieren. La desconexión entre academia, empresas y gobierno es uno de los principales obstáculos para elevar la productividad.
Los indicadores no mienten y reflejan que Sinaloa enfrenta avances parciales, pero también grandes pendientes que se han vuelto estructurales. El desarrollo no llegará por inercia ni con estrategias superficiales. Se necesita decisión política, inversión inteligente y, sobre todo, coordinación entre sectores. De lo contrario, la economía sinaloense seguirá atrapada entre el estancamiento y un crecimiento insuficiente.
M.C. María del Refugio Manjarrez Montero
Vicepresidente del Colegio de Economistas del Estado de Sinaloa.
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