Culiacán, Sin.- Desde hace algunos años, las rejas del mirador de La Lomita, uno de los sitios más emblemáticos de Culiacán, comenzó a llenarse de pequeñas inscripciones con iniciales encerradas en corazones metálicos.
Son candados: objetos cotidianos convertidos en amuletos de amor eterno por decenas de parejas locales que deciden sellar ahí su historia, cerrarlos con firmeza y dejar que el hierro hable por ellos.
Este ritual, que ha comenzado a replicarse en la capital sinaloense, no es nuevo en el mundo. Su origen se pierde entre leyendas balcánicas y novelas italianas, pero el simbolismo es universal: dos personas colocan un candado con sus nombres y tiran la llave como símbolo de una unión que no se abrirá jamás.
De Roma a Culiacán
Algunos ubican el nacimiento moderno de esta práctica en la novela Tengo ganas de ti (2006), del escritor italiano Federico Moccia, donde los protagonistas sellan su amor con un candado en el puente Milvio de Roma. La escena provocó una oleada de imitaciones por toda Europa y, pronto, por el resto del mundo. París, Colonia, Nueva York y hasta el Gran Cañón se vieron invadidos por miles de broches metálicos con promesas inscritas a mano.
Grabados a mano o a laser, los candados decoran el mirador de La Lomita en Culiacán.
Otros retroceden aún más y cuentan la historia trágica de una joven maestra serbia durante la Primera Guerra Mundial, quien murió de pena cuando su prometido rompió el compromiso. Las mujeres del pueblo comenzaron a colgar candados en el puente donde se encontraban los enamorados, como una forma de conjurar el abandono.
Hoy, el fenómeno se ha globalizado. Y Culiacán, como otras tantas ciudades, lo adopta en su propia narrativa.
Amor, fe y paisaje
La Lomita, con su vista panorámica y su carga espiritual, parece el lugar ideal para un gesto así. A diferencia de otras ciudades donde las autoridades han desmantelado puentes enteros por el peso excesivo de los candados, como ocurrió en el Pont des Arts de París, en Sinaloa la práctica apenas comienza, discreta y sin conflicto. Nadie ha pedido que se retiren. Nadie, aún, ha dicho que estorban.
Tal vez porque aquí el gesto no solo es romántico, sino también espiritual y resistencia. Sellar un candado frente al templo, donde tantos peregrinan, añade una capa de devoción al acto: un deseo de amor bendecido desde lo alto. Así mismo, en un entorno donde la violencia trastoca todos los días a los culiacanense, estos candados representan un acto de amor y distracción.
Candados de todos tipos son muestra del amor eterno que algunas parejas se juran.
En otras partes del mundo, sin embargo, los candados del amor han dividido opiniones. Hay quienes los consideran basura urbana, un atentado estético o incluso una amenaza para la seguridad estructural. En parques naturales como el Gran Cañón o Yosemite, se ha advertido que estas llaves lanzadas al vacío pueden ser ingeridas por aves, afectando la fauna local.
Por ahora, el muro de La Lomita se convierte en un álbum colectivo donde cada candado cuenta una historia. Es pronto para saber si esta moda será tolerada, replicada o rechazada. Lo que es seguro es que, por ahora, Culiacán también tiene su rincón donde el amor se escribe en acero inoxidable.
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