M.C. María del Refugio Manjarrez Montero
Vicepresidenta del Colegio de Economistas del Estado de Sinaloa.

Al analizar la evolución mensual de la inflación desde junio 2025 hasta junio 2025; la tasa anual de inflación volvió a dar un disgusto en junio, la cual registro 4.32%, su segundo mes consecutivo fuera del objetivo de 3% ±1 puntos porcentuales del Banco de México. Si bien el dato mejora respecto al 4.42% de mayo, la señal es inequívoca: los precios siguen disparados por encima del límite superior tolerando por la autoridad monetaria.

El problema no es nuevo. Desde que el índice tocó un pico de 5.57% en julio de 2024, la curva descendente se tornó errática: llegó a 3.69% en enero, pero repuntó a partir del segundo trimestre y, pese al respiro de junio, lleva 12 de los últimos 13 meses por encima de 4% esa intermitencia mina la credibilidad del objetivo inflacionario y, sobre todo, el poder adquisitivo de los hogares.

La inflación subyacente (indicador depurado de precios agropecuarios y energéticos), tampoco ayuda: subió a 4.24% interanual y amenaza con anclar expectativas en torno al 4%; es decir, dado que la inflación subyacente sigue firme, la caída del índice general se ve poco sostenible.

El contraste con Estados Unidos agrava el panorama. Al cierre de mayo, la economía de nuestro principal socio comercial registró 2.4% de inflación anual y un índice subyacente 2.8%. La brecha de casi dos puntos no solo resta competitividad a la industria mexicana, también presiona al tipo de cambio: cada punto adicional de inflación interna encarece las importaciones y alimenta un círculo vicioso de costos.

Contra toda lógica, Banxico decidió el 26 de junio recortar la tasa de referencia en 50 puntos base, hasta el 8%. El instituto central argumenta que la actividad se enfría y que la apreciación del peso de 2024 ya se evaporó, pero la movida envía una señal de complacencia cuando el balance de riesgo para la inflación se deteriora. Nueve recortes y 355 puntos base menos desde abril de 2024 han abaratado el crédito a costa de credibilidad antinflacionaria.

¿Qué explica la terquedad de los precios?

Primero, los alimentos: la volatilidad climática y la inseguridad en rutas logísticas mantienen encarecido el tomate, la carne y productos procesados.

Segundo, los servicios regulados (luz y transporte público) siguen ajustándose por encima de la inflación general.

Tercero, el peso perdió 5% frente al dólar en lo que va del año, encareciendo insumos importados y fertilizantes.  El factor inercial en las expectativas remata la mezcla: la encuesta de expectativas a 12 difícilmente baja de 4%.

Las consecuencias están a la vista: créditos hipotecarios por encima de 12%, Pymes que pagan doble dígito por capital de trabajo, y una previsión del PIB que Bank of America acaba ajustar a 1.8% para 2025. Mientras tanto, el riesgo país subió 20 puntos base la semana pasada y la Bolsa Mexicana acumuló una caída del 3% en cinco jornadas consecutivas de operación.  El margen de maniobra fiscal, sin reforma tributaria a la vista, es estrecho.

Si el Gobierno quiere a minorar el problema con la política monetaria, necesita atacar la raíz: abrir el sector agroindustrial a inversión en infraestructura que permita controlar la temperatura, desregular importantes de fertilizantes y blindar corredores logísticos; además, una señal creíble de Banxico (pausar recortes hasta que la inflación vuelve al rango) anclaría expectativas. De lo contrario, la palabra “transitorio” seguirá prologando su estancia en la casa de todos: nuestros bolsillos.