Culiacán, Sin. – El pasado 11 de julio, en plena hora pico por la visita de la presidenta Claudia Sheinbaum, una patrulla de la Secretaría de Seguridad Pública y Protección Ciudadana detuvo el tráfico en el bulevar Gabriel Leyva Solano, en el cruce con la avenida José María Morelos, para permitir que una persona en silla de ruedas cruzara una vialidad sin semáforo ni paso peatonal.

Los autos se detuvieron de manera abrupta; aunque no hubo claxon sonando, el hombre hacía su mejor esfuerzo por cruzar lo más rápido posible la avenida, como si las bocinas lo apresuraran.

Su rostro mostraba una mezcla de emociones: alivio, vergüenza y cansancio. Se limitó a agradecer con la cabeza a las autoridades; había esperado más de cinco minutos una oportunidad para cruzar.

El hecho evidencia una realidad urgente: la movilidad universal en Culiacán sigue siendo una promesa incumplida.

En agosto de 2022, el Ayuntamiento de Culiacán construyó alrededor de 60 rampas para personas con discapacidad motriz, como parte del proyecto “Zona 30”, cuyo objetivo era reducir la velocidad vehicular para promover una convivencia segura en el centro de la ciudad.

Sin embargo, la construcción de estas rampas no implicó un mantenimiento integral de las banquetas, ya que —en palabras del alcalde Juan de Dios Gámez Mendívil— solo se intervinieron las esquinas.

Sin considerar si el resto de la vialidad era óptimo para que una persona con discapacidad pudiera circular.

“Solamente se colocaron; no basta con ‘hacer rampas’, tiene que ir acompañado de la perspectiva de quienes las usan y de sus cuidadores. El resto de la banqueta es de tránsito difícil. De igual forma, algunas de esas rampas se hicieron en calles que no contaban con semáforo peatonal”, señaló Heydi Mares, activista y madre de una niña con discapacidad.

Mares menciona que vive con el miedo constante de que puedan atropellarlas a ella y a su hija, porque muchas veces tienen que caminar por la calle en lugar de por la banqueta, ya que hay banquetas tan angostas que un peatón sin discapacidad apenas puede pasar apretado entre un carro y la pared, pero una persona en silla de ruedas no tiene esa opción.

Entonces, deben circular por la orilla de la calle, enfrentándose a numerosos autos que las presionan y ponen en riesgo su seguridad.

 

A pocos metros de esta rampa, la banqueta se interrumpe con escalones.

 

Ambos extremos de la banqueta no están en condiciones para que una persona con discapacidad pueda desplazarse de manera autónoma.

Según el Manual de calles: diseño vial para ciudades mexicanas (2019), en calles primarias (avenidas grandes con mucho tráfico) se recomienda un ancho mínimo de 4 metros, y en calles secundarias o locales (más pequeñas, que conectan las calles principales con casas y negocios), un mínimo de 3.30 metros. Además, en zonas con alto flujo peatonal debe haber una franja peatonal de al menos 3.2 metros, para permitir que dos personas en silla de ruedas puedan transitar cómodamente lado a lado.

El pasado jueves, reporteros de ESPEJO salieron a medir las banquetas de la zona centro de la ciudad, encontrando que, en general, se cumple con estas medidas, excepto en las banquetas alejadas del corazón del centro que cuentan con rampa.

Rampa con espacio muy limitado para que una persona en silla de ruedas pueda maniobrar.

 

Algunas incluso cuentan con bordes laterales.

 

Rampa dañada por un arbol.

 

Diseño que puede poner en duda la efectividad de la construcción.

 

Aunque el problema parece localizado, especialistas advierten que las fallas en la infraestructura peatonal son una constante en muchos sectores de Culiacán.

“Muchas partes de la ciudad no cuentan con banquetas, y las que sí las tienen muchas veces no están en las mejores condiciones: presentan obstáculos, están invadidas por estacionamientos vehiculares, por comercios o tienen rampas mal diseñadas. Desde ahí ya tenemos un déficit en infraestructura peatonal”, señaló Andrés Salazar, urbanista y ejecutivo de proyectos de MAPASIN.

Un obstáculo fácil de evitar a pie, pero no en silla de ruedas.

 

Según el Plan Municipal de Desarrollo 2025-2027, 41,959 de los habitantes de Culiacán son personas con algún tipo de discapacidad, esos numeros representan el 4.18 por ciento de la población. Sin embargo, según Heydi, la falta de accesos y espacios pensados para personas con discapacidad las margina dentro de sus propios hogares, lo que crea la perspectiva errónea de que en Culiacán hay una baja cifra de personas con discapacidad.

 

“Creemos que las personas con discapacidad motriz son pocas, pero realmente esa impresión es gracias a que rara vez las vemos en espacios públicos, precisamente porque no están creados para ellas”.

 

Obligados por ley

La Ley General de Movilidad y Seguridad Vial, en concordancia con la Ley de Movilidad del Estado de Sinaloa, establece que el presupuesto público debe asignarse siguiendo la pirámide de movilidad, que da prioridad al peatón por encima de otros modos de transporte.

 

“Tenemos que buscar la manera de que las autoridades ajusten la asignación presupuestal para que empiecen a destinar más recursos a banquetas y rampas. Es algo que marca la ley y que la ciudadanía debe exigir, ya sea mediante redes sociales, oficios o reuniones con las dependencias responsables”, explicó Salazar.

 

La imagen de una patrulla deteniendo el tráfico para que una persona en silla de ruedas pudiera cruzar una avenida sin infraestructura adecuada no debería ser vista como una hazaña.

Mientras las banquetas sigan siendo obstáculos y no caminos, y mientras las rampas existan pero no en condiciones reales de accesibilidad, Culiacán continuará fallando a miles de ciudadanos que, como Heydi y su hija, enfrentan barreras físicas y sociales todos los días.

 

 

 

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