La alerta de viaje que emitió Estados Unidos para que sus ciudadanos eviten viajar a regiones de México afectadas por la violencia generada por narcotraficantes, presenta los contrastes de la prevención ante peligros reales y la exageración de marcar a gran parte del territorio nacional como zona diezmado por el terrorismo.

Si bien es cierto que en el caso de Sinaloa, incluido en el warning, continúa la bárbara confrontación al seno del cártel local, la verdad es que prosigue el flujo de turistas resguardado por operativos de seguridad y protección que sí han dado buenos resultados en cuanto a la tranquilidad para el disfrute de la llamada industria sin chimeneas.

En este tema contrastan tanto la posición extrema del gobierno de Donald Trump, que enarbola la bandera del terrorismo como elemento de presión política, así como la exageración de la presidenta Claudia Sheinbaum al afirmar que todo el país está listo y seguro para recibir a turistas nacionales y extranjeros.

Cada cual en su postura, sobresale la ausencia de ecuanimidad para plantear lo que en realidad sucede e implementar las correspondientes acciones binacionales que garanticen la seguridad de habitantes y visitantes, pero sin alarmismos ni balances optimistas que lo mismo operan para tender trampas fundadas en mentiras y verdades a medias.

Ni Sinaloa ni México presentan condiciones óptimas de seguridad ni Estados Unidos sustenta con pruebas la declaratoria de riesgo por terrorismo. En ambos casos existen los matices de la mala relación entre las dos naciones vecinas: la presidenta Sheinbaum engaña al presentar a México con paz y estabilidad y Trump no cesa desde la Casa Blanca en su estrategia de ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el ojo propio.