Culiacán, Sin.- La vida de Eva Luz Llanes Guerrero se partió en dos la tarde del 6 de junio de 2013, cuando su hijo, Martín Guadalupe Camacho Llanes, fue desaparecido en el fraccionamiento Villa Verde, en Culiacán. Tenía 26 años y acababa de concluir la carrera de Arquitectura.
Desde entonces, el tiempo quedó suspendido. Cada día, Eva Luz despierta con la esperanza de recibir una noticia, un rastro, una pista que la acerque al paradero de su hijo. Doce años después, reconoce que no ha podido “darle vuelta a la página”. La incertidumbre, dice, es una condena que no le permite descansar.
“Han pasado 12 años y haz de cuenta que no le puedo dar vuelta a la página. No puedo, porque no sé qué pasó. Estoy ahí, como si acabara de suceder. Todos los días espero alguna noticia”.
En aquel momento, su reacción fue salir a buscarlo de inmediato. Recorrió barandillas, estaciones de policía y hospitales. A ella le habían dicho que su hijo había sido detenido por policías estatales, llevado como detenido en la caja de la patrulla. Tocó puertas en cada dependencia, esperando que alguien le dijera dónde estaba. Al no obtener respuesta, comenzó a seguir cualquier rumor: buscó en los márgenes del río, en canales y en terrenos baldíos.
“Desde ese día parecía que trabajaba en la oficina de desapariciones”, recuerda.
La desaparición de Martín no solo arrebató a una familia su tranquilidad, también transformó su vida cotidiana. Antes de ese 2013, Eva Luz atendía una lavandería y se ocupaba de su hogar. Desde entonces, su existencia gira en torno a la búsqueda. Abandonó su negocio y se integró al colectivo Uniendo Corazones, donde acompaña a otras madres que, como ella, recorren el estado con palas y varillas en busca de restos humanos.
El impacto alcanzó a toda la familia. Sus otros tres hijos, también profesionistas, cargan con la ausencia del hermano alegre y entusiasta que un día desapareció sin dejar rastro. Los sueños de Martín quedaron truncados antes de que pudiera ejercer plenamente su carrera, y con ellos, también los de su madre.
Hoy, la fortaleza de Eva Luz radica en la convicción de que algún día sabrá qué ocurrió con su hijo.
“Alguien debe saber dónde está. Si alguna persona sabe algo, aunque sea de manera anónima, que lo diga. Una madre descansará si sabe dónde está su hijo. Si lo encuentro, termino mi búsqueda. Dios quiera que se ablande el corazón de alguien y me diga dónde puedo ir a encontrarlo”, insiste, apelando a la conciencia de quienes tengan información y puedan compartirla, aunque sea de forma anónima.
Su anhelo es claro: encontrarlo, vivo o muerto, para poder cerrar un ciclo que le ha significado más de una década de dolor.
En Sinaloa, historias como la suya se multiplican. Miles de familias cargan con la misma incertidumbre, obligadas a resistir en medio de la ausencia. Eva Luz lo resume con un sentimiento que se repite en cada madre buscadora: el corazón solo descansará cuando sepa dónde está su hijo.
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