La respuesta que hoy da la presidenta Claudia Sheinbaum respecto a la marcha ciudadana de ayer en Culiacán para exigir paz, de la cual algunos políticos sacaron raja, es la adecuada frente a un segmento de la población que considera ha fracasado la estrategia federal para contener a las dos facciones del Cártel de Sinaloa que chocan violentamente desde hace un año.
La mandataria federal afirmó en su conferencia de prensa mañanera que “vamos a seguir trabajando y que estamos trabajando; hay muchas detenciones y vamos a ir pacificando Sinaloa”, y anunció la reunión del Gabinete de Seguridad Nacional en la capital del estado, este marte 9 de septiembre.
Cuando hace crisis la desesperación ciudadana por vivir 365 días entre el fuego cruzado entre criminales y la balas que militares y policías disparan contra delincuentes, la llamada narcoguerra con afectaciones a la sociedad en general, lo más erróneo sería que Sheinbaum ordene el repliegue de la fuerza pública atendiendo la teoría de los operativos frustrados.
Al evaluar los daños derivados de la escisión interna en el Cártel de Sinaloa también es de justicia hacer el balance de lo realizado por el Ejército, Marina, Guardia Nacional y Policía Estatal Preventiva y lo logrado en detrimento de la fuerza criminal, las bajas en sus filas, y con la curiosidad implícita de saber cómo estaría Sinaloa sin la presencia y acción del Estado procurando seguridad pública.
Inducir la versión del catastrofismo extendido a todo y todos contribuye a perder de vista o dejar de buscar las salidas de esta situación de violencia desbordada, rutas de emergencia que deben ser construidas mediante el esfuerzo social. Olvidar el origen de la narcoguerra como pretexto para repartir culpas a diestra y siniestra, y considerar como fracaso lo que hace el gobierno, nos llevaría a mayores extravíos.
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