Culiacán, Sin.- El pasado 11 de septiembre, la entrada del Hospital Pediátrico de Sinaloa se transformó en un espacio distinto: había comida, bebidas, globos y un payaso. Pero esta vez, quien usualmente está para animar a los demás se convirtió en el centro de atención. Cometín, el payaso, celebró su cumpleaños número 52 rodeado de lo que más le gusta hacer: compartir. Fue una celebración significativa, donde se mostró como pocas veces se puede ver a los payasos.

Cometín, mejor conocido “con la cara lavada” como Esteban Sánchez Arellano, tuvo un inicio de vida complicado. De pequeño le fue arrebatada la oportunidad de tener una infancia como la que veía en los niños a su alrededor. Creció con un padre ausente y sin una conexión real con su familia, tanto que asegura no haber tenido una con quien compartir sus logros, sus risas, sus lágrimas, sus sueños, sus deseos.

“Desde niño no me sentía realmente como un niño. No tuve infancia, mejor dicho, no tuve la infancia”, relató el hombres que  ese día vestía de amarillo chillón, usaba el maquillaje común de payaso con chapetes rosas y una peluca que hacía combinación con su traje de brillantina dorada.

A medida que crecía, también lo hacía un vacío emocional, uno que poco a poco intentaba llenar con las risas que provocaba en su círculo cercano. Lo de ser payaso es más una necesidad personal, aunque eso lo convirtió después en su forma de ganar dinero. Cargaba con una depresión que, de vez en cuando, le ganaba la batalla a su sonrisa.

Al principio comenzó maquillándose el rostro como mimo, hasta que poco a poco fue agregando color, transformándose finalmente en un payaso. Así nació, a sus 15 años, el personaje que marcaría su vida: el Payaso Cometín.

Logró conectar con su niño interior, ese niño que pocas oportunidades había tenido de jugar y reír, ahora podía hacerlo gracias a su alter ego cómico.

“Ya tengo 37 años siendo niño. Me fascina lo que hago”, afirma con orgullo al bromear con otros niños a su alrededor en el hospital donde están internadas otras infancias por enfermedades crónicas.

La otra cara de la sonrisa

 

El payaso Cometín es un referente en Culiacán. Ha sido la imagen cómica de medios de comunicación y hasta de un partido político que quiso aprovecharse de su popularidad en unas elecciones locales, pero todos esos lugares lo dejaron a su suerte cuando más lo necesitaba.

Hace menos de 10 años, Esteban, aturdido por su depresión, por las presiones económicas y el desespero de no lograr ser el papá que quería para su muchacho –uno que ahora ya es prácticamente un adulto–, intentó lanzarse al vacío en medio de una calle transitada de Culiacán. Fue un intento de suicidio que muchos pensaron era un espectáculo, pero se trataba de un grito de ayuda ante el desprecio de quienes lo hicieron sentir utilizado.

Sobrevivió. Ahora lucha, pero ese vacío depresivo no desapareció del todo. Aún hoy, hay momentos en que los pensamientos negativos regresan, especialmente cuando percibe una falta de empatía a su alrededor sobre problemas que hace suyos. Son episodios que amenazan con derribar todo lo que, con esfuerzo, ha logrado sanar a través de las sonrisas de los demás.

“He venido cargando con depresión. Una depresión que me ha llevado a vivir un intento de suicidio. Todo lo he venido arrastrando porque tomo muy a pecho todo. Lo que soy, lo soy con mucho amor. Yo siento con humanidad, y cuando falta humanidad, cuando veo que la gente no se comporta como humanos… es cuando la depresión me gana”, confesó.

Podríamos pensar que un payaso, la viva imagen de la alegría y la risa, no podría cargar con una depresión severa ni con pensamientos sobre acabar con su vida. La realidad es otra: la depresión puede estar presente incluso detrás de una sonrisa. Los especialistas en salud mental en Sinaloa aseguran que 8 de cada 10 casos de suicidio son hombres que no supieron o pudieron expresar su dolor.

Lo de Cometín es lo que llaman “depresión sonriente” o “masking”, conceptos que se han popularizado en los últimos años y que no forman parte de las categorías oficiales de los manuales diagnósticos como el DSM-5, pero describen una realidad silenciosa que muchas personas viven.

Quienes la padecen parecen estar bien: llevan una vida activa, hacen bromas, suben fotos sonrientes en redes sociales y por dentro se sienten vacíos, desconectados, desesperanzados.

Esta condición puede llevar a un camino solitario, ya que las señales de sufrimiento emocional no siempre se reconocen, y el acompañamiento que la persona necesita suele no llegar.

Una nueva misión de vida

 

Hoy, Cometín ve todo esto como una segunda oportunidad de vivir. Después de un acercamiento profundo hacia lo espiritual, encontró una nueva intención de vida: servir a los demás.

Cada año, lleva comida, sonrisas y alegría a los lugares más necesitados, como la colonia Ampliación Bicentenario y hospitales locales. No lo hace solo por altruismo, sino porque para él también es una forma de sanarse a sí mismo.

“Cuando yo trabajo con los niños con cáncer, para mí es una terapia. Terapia para mi cerebro. Es tacto humano, es sentir los pies en la tierra, recordar realmente quiénes somos, de qué estamos hechos y hacia dónde vamos”, explicó.

Este esfuerzo no lo realiza solo. Cometín ha formado un colectivo llamado “En Culiacán hay gente buena”, desde donde coordina actos humanitarios como el del pasado 11 de septiembre en el Hospital Pediátrico.

Porque para Cometín, la risa no es solo alegría: es resistencia, sanación y amor puro. Y aunque su camino ha estado lleno de sombras, ha aprendido a transformar esa oscuridad en luz y en risas infantiles.

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