Brenda Alexa López Triana*

Del 30 de junio al 4 de julio de 2025, en el Bordo de Xochiaca —ubicado en el límite entre Ciudad Nezahualcóyotl y la Ciudad de México— se llevó a cabo una jornada de búsqueda para intentar localizar a Bryan Quintero Apodaca, quien desapareció desde hace casi nueve años en la Ciudad de México. Su madre, Verónica Apodaca, y su hermana, acompañadas por integrantes del Colectivo Una luz en el Camino y por elementos de la Comisión Nacional de Búsqueda (CNB), se adentraron en el tiradero a cielo abierto más grande del Estado de México para desplegar la búsqueda. Lamentablemente, la búsqueda no tuvo resultados para contribuir a la localización de Bryan, pero sí evidenció la persistencia, la organización y el compromiso de las familias.

El Bordo de Xochiaca, como muchos otros espacios periféricos, no es sólo un tiradero de desechos materiales. También es  un territorio que, relegado de la mirada estatal, se ha convertido en un lugar “abandonado”, no sólo en el sentido de lo que refiere a las condiciones materiales del espacio, sino haciendo referencia a un abandono estructural. La ausencia de vigilancia, la falta de servicios básicos y el entramado de omisiones, negligencias y complicidades institucionales, crean las condiciones para que los actos violentos sucedan de manera sistemática.

A pesar de las promesas gubernamentales de inversiones millonarias para el mejoramiento infraestructural en diferentes partes del Estado de México, municipios como Nezahualcóyotl, Chimalhuacán y Valle de Chalco, siguen careciendo de servicios básicos eficientes, de espacios públicos seguros y de infraestructura que garantice condiciones mínimas para la vida digna.

El Bordo de Xochiaca es un ejemplo claro de estas insuficiencias: en él se acumulan aguas contaminadas, toneladas de basura y residuos peligrosos. Además, es un espacio que periódicamente enfrenta incendios y desbordamientos, poniendo en riesgo la vida de las personas que habitan o transitan por sus alrededores: estas condiciones lo convierten en un paisaje atravesado por la violencia. Nombrar estos espacios como “abandonados” implica reconocer que esto no es un accidente ni un fenómeno natural, sino el resultado de un ordenamiento geográfico y social intencional que margina y vulnera a ciertas poblaciones. En este contexto, la violencia se normaliza y se integra al paisaje cotidiano.

El Bordo de Xochiaca ya ha sido señalado anteriormente como un lugar donde se han localizado cuerpos sin vida. Tal es el caso de Hilari Yukary Hernández Bernal, una mujer de 18 años, quien desapareció el 9 de junio de 2025 y que tras la denuncia que su madre realizó por su desaparición, fue localizada sin vida y con signos de violencia en este mismo sitio el 17 de junio de 2025. Es importante mencionar que, ante esta noticia, no hubo ninguna medida de seguridad por parte del Estado para asegurar la no repetición de este lamentable hecho.

Espacios como el Bordo, concentran las huellas materiales de la exclusión: tiraderos, fosas sépticas y canales que se encuentran a pocos metros de estaciones de Mexibús, las cuales son transitadas por miles de personas diariamente. La violencia, entonces, no es un accidente, sino parte de un entramado social donde la marginación geográfica, la desigualdad y la impunidad se intersectan, creando las condiciones para que la desaparición y el abandono de cuerpos sin vida en estos espacios sea posible y permanezca impune.

En México, las desapariciones forzadas y la violencia sistemática muestran que hay vidas que el Estado no protege, búsquedas que no garantiza y, por lo tanto, familias que deben movilizarse para realizar dicha tarea. En este escenario, los colectivos y los  familiares de personas desaparecidas han asumido un papel central en las jornadas de búsqueda, que tal como ilustra el caso de Bryan, resultan ser una tarea persistente y sin descanso.

“Está bien pesado, pero es lo que tenemos que hacer para encontrarlos”, dijo Verónica Apodaca, madre de Bryan, en una entrevista tras realizar la búsqueda de su hijo. Ante los retos institucionales que las familias enfrentan para obtener respuestas, son ellas quienes se han organizado y movilizado para realizar búsquedas y otras estrategias que les acerquen a hallazgos que les permitan encontrar a sus seres queridos.

Son las familias las que son obligadas a adentrarse en territorios hostiles, en donde, además de enfrentar la complejidad del terreno, las orillan a enfrentar la carga simbólica que implica buscar entre montones de basura a un ser querido.

En este contexto, los colectivos y las familias son un recordatorio inminente de que las personas desaparecidas deben ser buscadas y encontradas y de que la dignidad debe mantenerse, aun en los espacios más hostiles. La búsqueda, entonces, además de ser un esfuerzo por encontrar a una persona desaparecida, es un acto que preserva la memoria, la humanidad y la esperanza en un contexto donde el abandono y la impunidad son la norma.

A pesar de las condiciones adversas, las búsquedas reconfiguran el sentido del cuidado. Cuidar significa preservar la vida, pero incluso cuando esta labor se ve imposibilitada por la violencia extrema, cuidar también está en las acciones que se llevan a cabo para preservar la dignidad.

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*Brenda Alexa López Triana es egresada de la Licenciatura en Antropología por la UNAM y estudiante asociada al GIASF.

El Grupo de Investigaciones en Antropología Social y Forense (GIASF) es un equipo interdisciplinario comprometido con la producción de conocimiento social y políticamente relevante en torno a la desaparición forzada de personas en México. En esta columna Con-ciencia, participan miembros del Comité Investigador, estudiantes asociados a los proyectos del Grupo y personas columnistas invitadas . Las responsables de la misma son Erika Liliana López y Sandra Gerardo (Ver más: http://www.giasf.org)

La opinión vertida en esta columna es responsabilidad de quien la escribe. No necesariamente refleja la posición de adondevanlosdesaparecidos.org o de las personas que integran el GIASF

Foto de portada: bordo de Xochiaca, cortesía de Brenda Alexa López Triana