La supuesta renuncia que presentó ante el gobernador Rubén Rocha Moya la secretaria del Bienestar y Desarrollo Sustentable de Sinaloa, María Inés Pérez Corral, recalca la contradicción de la funcionaria que se dice víctima de incomodidades y aún así continúa desempeñando el cargo cuando el mandatario estatal ha despedido a casi todos los colaboradores que iniciaron el sexenio con él.
Pero sobre todo la renuncia que el porpio Rocha tuvo que salir a desmentir delata la inestabilidad que le significa a un gobierno el hecho de que servidores públicos quieran abandonar los puestos y sea el jefe del Ejecutivo el que se los impida, dando pie a una relación política que resulta infructuosa para los ciudadanos que deberían ser el centro de los afanes de los integrantes del Gabinete estatal.
María Inés Pérez Corral asumió el cargo en mayo de 2022 después de que Ruth Díaz Gurría dejó la titularidad de la Sebides, quien era considerada uno de los mejores perfiles de la entonces inicial administración estatal, renuncia que se atribuyó a la intriga palaciega que privó a Sinaloa de probar a un buen cuadro en el gobierno.
Pérez Corral está al ras del chantaje político al amagar en varias ocasiones con dejar el cargo, y el gobernador Rocha debe explicar por qué la mano firme que utilizó en otras reestructuraciones del equipo de trabajo se torna blandengue en el caso de la titular Sebides, exhibiendo el gobernante debilidad institucional en el momento más inadecuado.
Lo que el gobernador atribuye a “ciertos desacuerdos internos y del clima de tensión política previo a los procesos electorales” debe ser atendido como tema de gobernabilidad. A las crisis que enfrenta Sinaloa hoy, que requieren de unidad social, le vienen mál las consecuencias de un Gabinete donde los funcionarios están decidiendo si renuncian o no.
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