San Ignacio, Sinaloa.- El Centro del Jaguar Sinaloa (CENJAGUAR) emprendió en 2024 una nueva etapa de monitoreo mediante fototrampeo. Durante cuatro meses, un equipo de 18 personas, conformado por investigadores, estudiantes y voluntarios, registró la presencia de cuatro adultos (tres hembras y un macho) y dos crías acompañadas de su madre.

Los datos consolidan un repunte en la población: en 2010 se estimaban 211 jaguares en Sinaloa; hoy son alrededor de 230 individuos, lo que representa un incremento del 10 por ciento.

“Es muy favorecedor porque estamos hablando de una especie en peligro de extinción que va en recuperación. Sinaloa es un punto muy importante a nivel nacional, porque tenemos al jaguar, instituciones comprometidas y un equipo que cree en la conservación”, afirma Yamel Rubio Rocha, profesora e investigadora de la UAS, en entrevista para ESPEJO.

A nivel nacional, el tercer censo estima 5,326 jaguares en todo México, de los cuales 733 habitan en la región Pacífico Norte, conformada por Sonora, Sinaloa, Chihuahua, Durango y Nayarit.

Este gran felino se asienta en San Ignacio, una zona de selva seca en Sinaloa.

El rastro del felino

 

En 2010, la Facultad de Biología de la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS) inició una investigación científica para dar seguimiento a la población de jaguar (Panthera onca) en el municipio de San Ignacio. Lo que comenzó como un estudio ecológico terminó convirtiéndose en una experiencia de comunidad, resistencia y orgullo.

Durante los primeros años, los investigadores comprobaron que el jaguar habita las selvas secas sinaloenses, donde se alimenta de venado, pecarí y otras presas. Ahí se reproduce, marca su territorio y puede permanecer hasta por cinco años. Es un animal esquivo, pero su presencia es constante: no solo en los cerros, también en la memoria y la identidad de las comunidades.

Cabazán, El Carmen, San Javier, Los Pozos y Tacuitapa hoy comparten algo más que paisaje: comparten la figura del jaguar como símbolo. La difusión de su ecología ha sensibilizado a los habitantes, quienes ahora participan en proyectos de educación y conservación que también les han traído beneficios culturales y económicos.

En Cabazán se erige el Museo del Jaguar, y en El Carmen, una estación biológica. Ambos espacios forman parte del corredor biocultural del jaguar, una red que enlaza personas, comunidades y naturaleza.

Las cámaras distribuidas en 23 sitios de muestreo han logrado captar ejemplares del jaguar.

Ciencia en territorio hostil

 

Rubio Rocha recuerda que, pese al contexto de inseguridad, el trabajo nunca se ha detenido.

Nunca habíamos parado el trabajo de campo. Desde 2010 se nos decía que en Sinaloa nos robarían las cámaras o nos harían daño. Pero no. Porque la gente es buena; confía. Hicimos un compromiso: borrar cualquier imagen donde aparecieran personas. Con el tiempo, entendieron que solo queríamos estudiar al jaguar, y logramos incluso un museo gracias al trabajo comunitario”.

Yamel Rubio Rocha, investigadora y profesora de la Universidad Autónoma de Sinaloa.

Sin embargo, reconoce que la situación cambió en los últimos años. Desde el pasado 9 de septiembre de 2024, Sinaloa ha vivido en medio de un conflicto armado sin precedentes y este alcanzó al jaguar.

En 2024 ampliamos el área de estudio, avisamos a las autoridades ejidales, todos nos cuidaban. Pero en septiembre, después de las fiestas patronales en Cabazán, empezó la violencia. Desde entonces no hemos podido regresar. No puedo exponer a los estudiantes. San Ignacio sigue siendo un lugar maravilloso, pero la violencia está muy cerca”.

El enemigo del jaguar

 

A la amenaza de la violencia se suma otra más discreta, pero igual de devastadora: la destrucción del hábitat. Desde el 2023, el CENJAGUA-Sinaloa ha detectado un aumento en la tala ilegal y el tráfico de animales.

Incluso, han identificado a personas que provienen del sur del país y que acuden a la zona para cazar al felino y exportar algunas partes de este a los mercados internacionales, principalmente el asiático.

La destrucción de su hábitat y el tráfico de vida silvestre, son los principales enemigos del jaguar.

El problema más grave en San Ignacio es la deforestación y el saqueo de los bosques. Los talamontes se coludieron con traficantes de vida silvestre. Antes podíamos dialogar, hoy no. Sabemos que hay personas ajenas al territorio, coludidas, y no podemos exponernos”.

Además, algunos ganaderos siguen viendo al jaguar como un enemigo que ataca su ganado. Esta percepción, explica la investigadora, es una de las principales causas de caza furtiva en la región.

El jaguar es símbolo de identidad, pero sigue siendo visto como amenaza. Cambiar esa idea lleva tiempo, educación y confianza”.

La esperanza del felino

 

A pesar de todo, la esperanza no se extingue. Los programas educativos que comenzaron con niños de kínder hoy continúan con jóvenes universitarios que crecieron aprendiendo a respetar al jaguar.

El jaguar les dio otra panorámica: beneficios económicos, convivencia, cultura. A través de la educación y el tejido social, se fortalece la comunidad. No perdemos la esperanza de que San Ignacio resurja, porque su gente es maravillosa. La gente mala es menos. Ojalá algún día recapaciten y entiendan el daño que hacen”, concluye Yamel Rubio.

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