Chuy (Ernesto Rocha) regresa indocumentado de Estados Unidos a su pequeña comunidad de Sinaloa, un campo pesquero del municipio de Angostura. Se reencuentra con su madre, hermana y viejos amigos.

Para entonces se encuentra con un pueblo dominado por la ilegalidad del narcotráfico. Pangas que trafican droga, leones sueltos en las dunas escapados de zoológicos particulares, enfrentamientos armados con autoridades del gobierno y música de banda sinaloense.

La falta de oportunidades para los jóvenes y la dura faena de los pescadores de camarón y sus problemas sociales como el alcoholismo, drogadicción y precariedad, reflejan una realidad que impera en la actualidad en ese sector costero.

Sin embargo, lejos de ser un filme documental, Adiós, amor, de la directora Indra Villaseñor, se aparta de la crítica convencional para narrar un romance prohibido entre Chuy y Chano (Nick Angiuly), el capo del lugar.

El conflicto que rompe con la normalidad de la historia se observa cuando Chuy se ve inmerso en un conflicto interno de identidad.

Está a punto de casarse con Adriana (Margarita Higuera) y se encuentra en el dilema de llevar una vida tradicional como lo marca la sociedad o seguir su romance, en un contexto de dominante machismo.

En Adiós, amor también se ven personajes auténticos de un rinconcito sinaloense alejado de las grandes urbes. La cotidianeidad de lo simple convive con hermosos paisajes; beber cerveza, comer camarones con limón y sal y cantar bajo las estrellas torna la vida más amena.

La película fue realizada con el apoyo de Foprocine-FOCINE, en la que también participó la Escuela Nacional de Artes Visuales (ENAC) de la UNAM. Adiós, amor forma parte de la sección Largometraje Mexicano del 23 Festival Internacional de Cine de Morelia.

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