Esta semana el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) publica un informe sobre el Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE) que ofrece una radiografía inquietante: un crecimiento tan débil que apenas logra sostenerse. En mayo de 2025, el IGAE no registró variación mensual (0.0 %) respecto al mes anterior y su avance anual fue de apenas 0.4 %. Los componentes muestran un desequilibrio evidente: las actividades primarias crecieron 3.6 % mensual, las secundarias 0.6 %, mientras que las terciarias cayeron –0.4 %. A esto se suma que los datos oportunos para julio anticipan un incremento anual marginal de 0.1 %, lo que sugiere una pérdida de dinamismo en la economía mexicana.
Estas cifras confirman un escenario de estancamiento prolongado. Que la economía no crezca mes a mes y apenas se mueva en términos anuales indica una fragilidad estructural que impide consolidar la expansión. La industria, motor histórico del crecimiento, avanza por debajo del umbral necesario para arrastrar al resto de los sectores. Los servicios, que representan más del 60 % del PIB, se debilitan, afectando el consumo interno y la generación de empleo formal. Solo el sector agropecuario muestra dinamismo, pero su volatilidad lo hace un soporte inestable para el conjunto de la economía.
El problema de fondo es la ausencia de impulso claro. La inversión privada permanece contenida, reflejo de la falta de confianza y de incentivos productivos. Las condiciones de crédito restrictivas, las tasas de interés altas y la pérdida de poder adquisitivo limitan la demanda interna. La competitividad industrial también se erosiona ante un entorno global más exigente, donde México no logra consolidar encadenamientos productivos de alto valor ni transitar hacia una base tecnológica más sólida. Mientras tanto, la política pública mantiene un perfil reactivo, sin una estrategia coherente de crecimiento que vincule innovación, productividad, empleo y diversificación sectorial.
El estancamiento del IGAE debería encender alertas en todos los frentes. Un crecimiento mensual nulo y anual tan bajo no solo compromete los ingresos fiscales y la inversión pública, sino que anticipa un riesgo de desaceleración más profunda si no se adoptan medidas contracíclicas efectivas. La economía mexicana necesita mucho más que buenos datos agrícolas o leves repuntes manufactureros: requiere políticas industriales de largo plazo, fortalecimiento del mercado interno y estímulos a la inversión en sectores estratégicos.


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