La situación de acoso que vivió la presidenta Claudia Sheinbaum mientras recorría a pie el martes el Centro Histórico de la Ciudad de México, expone la reincidencia de un delito que amenaza a las mujeres en un país que no hace lo necesario para abatir distintos modos de agresiones contra el sector femenino.
El hecho, donde un hombre se le acercó a la funcionaria e intentó besarla en el cuello y luego abrazarla colocándose en su espalda, exhibe también descuidos en la seguridad en torno a la mandataria federal, que no es otra cosa que el riesgo inminente de mujeres sin ningún tipo de medidas de protección de parte de instituciones y autoridades.
La violencia en México se ensaña contra las mujeres ya sea de carácter intrafamiliar, feminicidios, violaciones, discriminación o asedios, alcanzando en este caso a la más alta autoridad nacional para visibilizar precisamente las omisiones e indiferencias que desde la impunidad motivan a los perpetradores.
El episodio de acoso a la presidenta debe dar lugar a la gran reflexión y correspondiente acción para reforzar leyes, protocolos e intervención ministerial y judicial en el objetivo de blindar la seguridad para las mujeres, con la ley actuando sin excepción ante cada hecho de violencia de género.
El incidente posee la utilidad de mostrar el apremio de combate a fondo de la violencia contra mujeres, más allá del discurso que matiza el problema. Si el acoso alcanzó a la presidenta Sheinbaum ¿en qué nivel de afectación estarán millones de mujeres de comunidades urbanas, rurales e indígenas en desamparo y legal e indiferencia gubernamental?

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