Los llamados “Culiacanazos”, o “jueves negros”, son eventos críticos que pueden ser analizados, entre otras cosas, para poder enfrentarlos en condiciones de reducir la incertidumbre que generan. Y lo primero que debemos hacer es identificarlos tal como son: crisis disruptivas de seguridad pública. Vayamos por partes.

1. No son crisis comunes. Su aparición es generada por factores que no dependen de nosotros, aunque terminan por repercutir en todos nosotros. Enfrentarlas es responsabilidad de las autoridades. No pueden ser atendidas como si se tratara de delitos de escasa gravedad o como eventos sin trascendencia y no desaparecen por minimizarlas.

2. No se producen por cualquier acto criminal. Las crisis disruptivas son aquellas que rompen la paz social porque interrumpen la vida cotidiana de manera violenta. En materia de seguridad pública, como hemos atestiguado, detrás de ellas se encuentra el crimen organizado, lo cual significa que se trata de eventos de alto impacto social que generan miedo en la ciudadanía.

3. Generan riesgos y alta vulnerabilidad. Estas crisis no solo ponen en peligro la estabilidad social, sino muy específicamente, incrementan el riesgo de daño a las personas y su patrimonio. Además, quebrantan la confianza ciudadana y transgreden el derecho humano a la seguridad colectiva porque se mezclan tres elementos básicos que siempre están presentes: la amenaza de daño, la incertidumbre o peligro y la urgencia de actuar.

4. Respuesta metódica. Hay que reiterar: son las autoridades quienes tienen el deber legal de enfrentar estas crisis de seguridad. Pero también nosotros, nuestras familias, empresas, escuelas, iglesias, podemos estar preparados para responder de tal manera que nuestras acciones disminuyan la incertidumbre en nuestro entorno y reduzcan los riesgos personales y patrimoniales.

La gestión de una crisis de seguridad, desde la sociedad, de manera ideal debe seguir un método y contar con mecanismos definidos por anticipado. Por ejemplo, en las organizaciones civiles, escuelas o empresas, significa: designar un equipo de gestión de crisis, que puede estar formado, incluso, por un par de personas; y elaborar un plan de gestión de crisis que defina los pasos básicos a seguir.

¿Y en lo individual? Los estudiosos de estos temas proponen algunas recomendaciones generales:

  • El principio fundamental es que, en una crisis, no hay nada más importante que las personas. Por tanto, todas las medidas a tomar deben centrarse en protegernos, antes que nada.
  • Una vez enterados del evento disruptivo, debemos verificar la veracidad de los datos mediante fuentes confiables (oficiales o medios profesionales). Esta será una acción recurrente en tanto no termine la crisis.
  • Es preferible evitar el consumo y reproducción de imágenes, videos, audios o mensajes cuya autenticidad no podamos comprobar.
  • Con los datos a nuestra disposición, hay que determinar si la amenaza sigue en proceso o ha concluido. Reiteramos: nuestra seguridad y la de nuestra familia es la mayor prioridad.
  • Si estamos en casa, es prudente identificar, en lo posible, la ubicación del evento para evaluar los riesgos. Esta misma valoración debemos hacerla respecto de nuestro lugar de trabajo, escuela, etcétera.
  • Si estamos en tránsito, es aconsejable buscar protección fuera de la zona de conflicto. Lo ideal es trasladarnos a un sitio seguro: nuestro domicilio, el de un familiar o amigo, nuestro empleo.
  • Resguardados, podemos comunicarnos con amistades o familiares para hacerles saber que estamos a salvo y compartirles nuestra ubicación.
  • Es fundamental que obtengamos y ponderemos las novedades del evento de manera constante, siempre verificando su veracidad. Para ello, dependemos de que los medios comuniquen de manera honesta y eficaz; y que las autoridades digan la verdad y la digan rápido.
  • Solo así sabremos cuándo una crisis ha llegado a su fin y la normalidad se ha restaurado. “La percepción de la opinión pública y de los actores clave involucrados es esencial. Si para todos la crisis sigue existiendo, resultará inútil y contraproducente que una organización anuncie el fin de la contingencia, pues sólo perderá credibilidad” (Marco A. Mena).

5. Crisis individual. Lamentablemente, este tipo de eventos pueden convertirse en el suceso precipitante de una crisis personal, o sea, de un estado de trastorno y desorganización, temporales, acompañados de nuestra incapacidad para manejar dichas situaciones. En tales casos se requiere de apoyo psicológico, sea de primeros auxilios o terapia.

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