Si no me han leído últimamente no crean que ha sido por guebonada mía; no. He empezado varias calumnias pero por temor y precaución he decidido no publicarlas. Me he aguantado las ganas de poner en mis palabras lo que he vivido en las últimas semanas, pero sé que es mejor así; espero el día que lo pueda escribir sin riesgo.

Mientras pensaba con mashín desgano en la situación de esta su calumnia favorita y el como la autocensura me tiene hasta la raja; leí una nota que decía: “Un helicóptero de las fuerzas federales abrió fuego en la comunidad de Alcoyonqui, al sur de Culiacán”…                                      

No recuerdo el año, pero ya hace como 15; recuerdo que fue en Nayarit, en aquellos ayeres tenía un cariñito por aquellos lares. Recuerdo las imágenes de un helicóptero tirando un solo chorro de lumbre hacía lo que creo era unos departamentos o unas casas. Recuerdo poco de la narrativa que “justificaba” el uso de ese nivel de armamento, pero recuerdo que se justificaba con que era un operativo para detener a no recuerdo quién.

Siempre lo mismo: un operativo para detener a fulano de tal que, resuelta ser el tal número de la lista de tal organización -casi siempre gringa-, acusado de tal cosa y que es el principal –porque al parecer todos son el principal- generador de violencia en tal parte; luego, un numero kilométrico de pesos que dicen representa ese golpe para las finanzas de tal cartel; y por último -si es que aparece- los costos civiles resumidos en dos palabras: daño colateral.

Ya sea por mi edad, por la distancia, por el poco impacto de las redes sociales o por la potencia del discurso institucional; la cosa es que a pesar del impacto que causó en mí esas imágenes, creí olvidarlo. Y se me hace que, salvo quienes lo vivieron, el resto creíamos olvidarlo.

Y el precio de olvidar es repetir.

Lo recordé cuando la detención de Lupe Tapia; sé que pasó en otras ocasiones, en otros territorios de este nuestro México lindo y herido. Lo volví a recordar hace dos semanas, durante un operativo en la sierra. Ahora, en Alcoyonqui.

Un helicóptero de las fuerzas federales que abre fuego… ya no es un recuerdo, es una constante.

Un helicóptero de las fuerzas federales que abre fuego… es la firma de una política de seguridad que cree que el uso indiscriminado de la fuerza dará paz.

Un helicóptero de las fuerzas federales que abre fuego en medio del caserío, es como echar un chingazo de cochis para limpiar una parcela de maíz y pretender que solo se comerán la maleza y dejarán el maíz intacto.

Un helicóptero de las fuerzas federales que abre fuego… es sonido del horror.

Un helicóptero de las fuerzas federales que abre fuego… marca el momento de rezar, orar, pedir al universo por no aparecer como pie de página en el reporte de la operación como daño colateral.

Un helicóptero de las fuerzas federales que abre fuego… ya forma parte del paisaje sinaloense.

Un helicóptero de las fuerzas federales que abre fuego…

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