El manoseo político que cada seis años, en el contexto de la elección presidencial, se le otorga al caso del crimen que el 23 de marzo de 1994 le costó la vida a Luis Donaldo Colosio Murrieta en Lomas Taurinas, Tijuana, constituye una falta de respeto para la víctima, sus hijos y la sociedad mexicana porque el Estado que queda debiendo justicia utiliza el suceso con fines de lucro electoral.

Al avanzar el proceso comicial que el 2 de junio renovará los poderes federales ejecutivo y legislativo, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador incurre en la misma táctica que a lo largo de tres décadas han enderezado los regímenes priísta y panista para sacar raja política del magnicidio que sigue como herida sangrante en la historia de la democracia mexicana.

 

Esta vez desde palacio nacional se teje la hipótesis de un segundo personaje que disparó su arma de fuego contra quien fue el candidato presidencial del Partido Revolucionario Institucional, a contracorriente de la hipótesis del asesino solitario sostenida durante 30 años. Según la Fiscalía General de la República se trata de Jorge Antonio Sánchez Ortega, ex integrante del extinto Centro de Investigación y Seguridad Nacional, quien supuestamente fue protegido por Genaro García Luna, acusado actualmente en Estados Unidos por posible colaboración con el narcotráfico.

Para frenar este manejo electoral sobre el asesinato de su padre, el alcalde de Monterrey, Luis Donaldo Colosio Riojas, le solicitó a López Obrador que le conceda el indulto a Mario Aburto, el único procesado y sentenciado por el crimen, como carpetazo final “que permita que tanto mi familia, como México, sanemos, que iniciemos un camino hacia la reconciliación a través del perdón, pero, sobre todo, a través del respeto a dejar esto en manos de otra justicia porque la justicia mexicana quedó a deber en su momento, y hoy lo que queremos es darle vuelta a la página”.

Llama la atención que casi al final de su sexenio y en la antesala de que el voto popular elija a quien lo sucederá en el cargo, López Obrador remueva la cicatriz que iba en proceso de sanación no porque el gobierno haya hecho el esfuerzo por esclarecer el magnicidio ni la justicia realizando la reparación del daño sino porque el olvido parece ser la única forma de rehacer la fe en las instituciones.

 

Ahora, en 2024, la Cuarta Transformación cava sobre la tumba de Colosio tratando de desenterrar un pasado que pueda generarle algunos votos.

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