Culiacán presentó en 2023 una tasa de homicidios dolosos de 28.20 por cada cien mil habitantes, mayor en casi cinco puntos que la registrada en 2022, sin embargo sale del ranking de las 50 ciudades más violentas de México y continúa referenciada a nivel internacional como cuna del narcotráfico y de las secuelas de éste, mala reputación que para contrarrestarla no basta con datos estadísticos ni alardes de seguridad que contrastan con la percepción y la preocupación de los culiacanenses.

Los datos de medición de paz pública son correctos porque a comparación de 2019 y 2020, cuando se contabilizaban 45.33 y 40.55 homicidios dolosos por cada cien mil habitantes, se ha avanzado bastante en cuando al abatimiento de ese tipo de delitos, no obstante que la permanente sicosis de miedo en los ciudadanos persiste y se manifiesta cada vez que brotan episodios de violencia en los que salen a relucir armas de fuego.

 

Los asesinatos a la baja son un dato alentador pero insuficiente para sostener el discurso de mejor seguridad pública ya que otros delitos recobran fuerza y, sólo por mencionar ejemplos, la desaparición forzada de personas y los ataques al patrimonio de los culiacanenses mediante los asaltos, robos y despojo de automóviles apuntalan el sentimiento de desprotección y el reclamo de mayor eficacia de las institución de protección ciudadana.

Los datos que aporta la coordinación general del Consejo Estatal de Seguridad Pública hablan de avances trascendentes en el comportamiento de ilícitos de alto impacto, lo cual sí debemos reconocer sin que tales progresos operen para bajar la guardia en la larga e intensa jornada que sigue en construir la paz duradera como la única manera de que la población deje el miedo y se sume al fortalecimiento del Estado de derecho.

Reconfortan las señales que indican que la seguridad pública sí es posible siempre y cuando interactúen con eficiencia las fuerzas públicas federal, estatal y municipales y sea implicada la comunidad en labores tendientes al orden, respeto y valores.

Sacar a Culiacán de la lista de las 50 ciudades mexicanas con mayor incidencia de homicidios dolosos significa un buen dato, pero representa apenas el punto de partida en el reto de empalmar la pacificación con la percepción pública en términos de tranquilidad de largo aliento.

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