Los cuatro homicidios dolosos ocurridos en Culiacán en menos de 24 horas son el aviso a tiempo para reforzar los operativos de seguridad pública, porque van en sentido contrario de las cifras a la baja que este delito ha reportado en Sinaloa en los años recientes y le aportan a la hipótesis de ciudadanos que consideran que los intervalos de paz son atribuibles a treguas entre organizaciones criminales y no a la acción del gobierno contra la delincuencia.

Sí hay avances en el abatimiento de asesinatos con armas de fuego e igual existe fuerza pública capacitada y comprometida que todos los días opera para la tranquilidad de la población, pero es innegable el poderío de células del crimen que con suficientes armas y gente, posibilidad de movilización y disponibilidad de información clasificada, burla las tareas de contención de hechos de violencia.

 

Desde 2019, con 936 homicidios dolosos al año, Sinaloa registra una tendencia a reducir dicha incidencia logrando 810 en 2020, 645 en 2021, 499 en 2022 y 565 en 2023 haciendo posible además que Culiacán salga del ranking indecoroso de las ciudades más violentas de México, así como percepción de mejor seguridad a la que se ha sumado el gobierno de Estados Unidos cuyo Embajador en México, Ken Salazar, dijo sentirse seguro en su reciente estancia en la capital del estado.

Pero lo que se avanzó y lo que es posible mejorar en el futuro se ve en riesgo por situaciones de delincuencia que traen a la memoria pública los días no tan viejos de asesinatos, balaceras, cenotafios, desapariciones forzadas, enfrentamiento con policías y militares y toda una operación concertada o esporádica para que el temor resurja en los sinaloenses y no se apague la psicosis del miedo.

Y con mucha razón frente al recrudecimiento de la violencia del martes 27 de febrero,  los ciudadanos de bien mantienen en alto la exigencia de que nunca más regresen aquellas épocas en las que Culiacán pareció estar en situación de guerra, con autoridades e instituciones rebasadas en sus competencias y habitantes rehenes del miedo.

Apagar la secuencia criminal  antes de que los choques entre grupos del crimen vuelvan a alterar la paz y el orden recuperados, es la emergencia del momento.

 

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