Mientras en México y Sinaloa haya mujeres que son víctimas de violencia intrafamiliar, otras incluidas en la estadística de feminicidios y unas más que buscan a sus hijos desaparecidos, cualquier celebración del 8 de marzo transmuta a la afrentosa festividad de la impunidad que proviene de gobernantes e instituciones estancadas en el discurso del cinismo que frecuentemente no pasa la prueba de la realidad.

Hay mujeres en situación de calle enfrentando el abandono total, en mendicidad que echa abajo los discursos de combate a la pobreza, ejerciendo el comercio sexual porque las oportunidades de trabajo digno no se dan como el gobierno las anuncia, discriminadas de los altos niveles de la política y dirección de empresas y también aquellas que viven situaciones precarias de salud y la atención que reciben las condena a morir sin siquiera acceder a los medicamentos adecuados.

Existen mujeres discriminadas por razones étnicas donde ellas y sus familias están predestinadas a la miseria, niñas encadenadas a la trata de personas, jornaleras agrícolas que sufren la pérdida de vidas de sus hijos por motivos de desnutrición, jóvenes atrapadas en la depresión y que optan por irse de este mundo por la puerta falsa, y derechos políticos suministrados a cuentagotas frente al persiste machismo que las desplaza de las boletas electorales.

Entonces también constituye violencia en razón de género cualquier discurso que con motivo del Día Internacional de la Mujer diga que el sector femenino está en sus mejores tiempos, sin percibir la autenticidad que salta a la vista en cada calle, esquina, hogar, oficina, cargo público y campo agrícola, con la irrebatible e hiriente confrontación entre la mentira oficial y la realidad de la vida.

Qué celebración vale si en México se cometen 10 feminicidios al día, la sobrecarga de trabajo para ellas es 4 veces más que la de los hombres y la tasa de participación económica es del 44% sobre el 76% de los hombres. Cuál reivindicación femenina en Sinaloa si están muertas las rastreadoras Sandra Luz Hernández y Rosario Lilian Rodríguez, asesinadas mientras buscaban a sus hijos; en lo que va de 2024 el número de ofendidas en diferentes delitos asciende a 2,600, y la violencia familiar e intrafamiliar no cede, con mil denuncias. En todo caso, la única utilidad del 8M sería la de saldar la deuda aún enorme que se tiene con las mujeres… y hoy es un buen día para empezar.

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