El primer debate electoral que se realizará el domingo 7 de abril entre las candidatas a la Presidencia de la República Claudia Sheinbaum, del bloque de partidos Sigamos Haciendo Historia, y Xóchitl Gálvez, de la alianza Fuerza y Corazón por México, así como Jorge Álvarez Máynez, postulado por Movimiento Ciudadano, podría representar una tregua en las guerras de lodo que dominan en las campañas y concretar la oportunidad de que los tres contendientes bosquejen el proyecto de nación con el cual aspiran a ocupar el máximo cargo de gobierno.

La opinión pública nacional comienza a ponerle atención a la oferta política que presentan partidos y candidatos cuando existen problemas de gran impacto en las actividades humanas tales como la violencia generada por la delincuencia organizada que frente a la impunidad que otorgan las autoridades apunta sus armas ahora hacia la democracia para convertirla en víctima colateral del desgobierno.

 

Las aspirantes y el pretenso a la titularidad del Ejecutivo Federal están emplazados a moderar la estrategia con la que buscan eliminarse moralmente entre ellos y ponderar lo que ofrecen, cómo y con quiénes, para la generación de oportunidades de bienestar dignas para la totalidad de los mexicanos, combate a la corrupción auténtico y no simulado, impulso al desarrollo económico como puntal del verdadero progreso, y programas de educación trazados en consenso con maestros y padres de familia sin que sean imposición de Palacio Nacional.

Depende de la claridad de propuestas y voluntades para que los electores empiecen a deliberar a quién le darán el voto, el que se otorga con libre albedrío, en un ejercicio de imaginación sobre qué México queremos no para los próximos seis años sino para el porvenir cargado de desafíos en materia de paz, mejora tecnológica, globalización avasallante, justicia, inclusión e infraestructura moderna que soporte todos los andamios del desarrollo legítimo.

Es posible que a los aspirantes a relevar a Andrés Manuel López Obrador en el cargo los domine la tentación por salir con su domingo siete y prosigan en la táctica de usar para el ataque y la diatriba la tribuna que les ofrece el Instituto Nacional Electoral.

 

De hacerlo así las consecuencias serán múltiples: para los candidatos que van marginados en la intención del voto, para los electores que optarían por la abstención al no poder diferenciar al menos peor, y la democracia mexicana que a duras penas avanza encañonada por criminales.

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