Por: The Conversation

México.- El amor de los consumidores por los aguacates en Estados Unidos parece no tener límites, pues desde 2001 hasta 2020 el consumo de esta fruta cargada de grasas saludables se triplicó en todo el país, llegando a más de 8 libras por persona al año.

En promedio, 9 de cada 10 de esos aguacates se cultivan en el estado de Michoacán, al suroeste de México. Pero como ocurre con otros alimentos que se han puesto de moda, como las bayas de acai o el aceite de palma , la producción tan intensa de aguacate está provocando importantes daños medioambientales, y así lo documenta en una investigación Viridiana Hernández Fernández, profesora asistente de Historia Ambiental Latinoamericana en la Universidad de Iowa.

En su investigación sobre la historia ambiental latinoamericana del siglo XX, Viridiana Hernández examina cómo el movimiento transnacional de personas, alimentos y tecnologías agrícolas ha cambiado los paisajes rurales en América Latina. Y confirma estar escribiendo un libro sobre el desarrollo de una industria mundial del aguacate centrada en Michoacán, la región productora de aguacate más grande del mundo.

“Mi investigación muestra que cultivar aguacates es económicamente beneficioso en el corto plazo para los agricultores, lo que en América Latina normalmente significa operadores y agronegocios de tamaño mediano. También ayuda a los agricultores: personas de zonas rurales que cultivan cultivos de subsistencia. Sin embargo, con el tiempo, cada porción de tostada de aguacate pasa factura a la tierra, los bosques y el suministro de agua de Michoacán. Los agricultores rurales, que carecen de los recursos de los agricultores a gran escala, sienten esos impactos con mayor intensidad”, explica.

 

Los efectos ambientales del monocultivo

 

Michoacán es el único lugar del mundo donde se cultiva aguacate durante todo el año, gracias a su clima templado, abundantes lluvias y suelos volcánicos profundos y porosos, ricos en potasio, un nutriente vital para las plantas. Sin embargo, incluso en condiciones favorables, los monocultivos nunca son ambientalmente sostenibles.

La introducción de variedades vegetales homogéneas y de alto rendimiento lleva a los productores a abandonar los cultivos autóctonos. Esto hace que el ecosistema local sea más vulnerable a amenazas como las plagas y reduce las opciones alimentarias. También erosiona los suelos fértiles y aumenta el uso de agroquímicos, documenta la investigación.

“El monocultivo también puede impulsar la deforestación. Los funcionarios mexicanos estiman que la producción de aguacate impulsó la tala de entre 2.900 y 24.700 acres de bosques por año entre 2010 y 2020. Y requiere muchos recursos: los árboles de aguacate consumen de cuatro a cinco veces más agua que los pinos nativos de Michoacán, lo que pone en peligro los recursos hídricos para el consumo humano”, refiere en su publicación.

Criado en California

 

Los aguacates han sido parte de la dieta mexicana desde la antigua Mesoamérica, pero el Hass , la variedad más popular en todo el mundo hoy en día, se obtuvo en la California moderna, documenta.

A finales del siglo XIX, cota la publicación, científicos del Departamento de Agricultura de EE. UU. se embarcaron en una misión para recolectar y enviar a casa muestras de plantas alimenticias de todo el mundo. El objetivo era adaptar y cultivar estas plantas en Estados Unidos, reduciendo la necesidad de importar alimentos.

La recolección de material genético vegetal de América Latina y la imposición de cuarentenas a los aguacates de México a partir de 1914 proporcionaron un apoyo vital para el desarrollo de una industria del aguacate en Estados Unidos . Los agricultores de California y Florida criaron múltiples cepas a partir del material que recolectaron los exploradores del USDA. Pero los consumidores estadounidenses de principios del siglo XX no estaban familiarizados con este nuevo alimento y dudaban en comprar aguacates de diversas texturas, tamaños y colores, trae a cuenta la investigación.

En respuesta, añade, los agricultores comenzaron a seleccionar plantas que cultivaban aguacates con semillas pequeñas, pulpa abundante, piel dura, una textura cremosa y, lo más importante, altos rendimientos. “Según la tradición de la industria , Rudolph Hass, un cartero y horticultor aficionado del sur de California, tropezó con una nueva variedad a finales de la década de 1920 mientras intentaba propagar una variedad llamada Rideout”.

Al cabo de varias décadas, el Hass se convirtió en el aguacate dominante cultivado en California. En la década de 1950, los agricultores mexicanos que tenían conexiones con intermediarios estadounidenses habían introducido el Hass al sur de la frontera, narra la investigadora de la Universidad de Iowa .

Cómo el Hass cambió Michoacán

 

La publicación recuerda que a principios de la década de 1960, los productores de melón michoacano adquirieron tierras para ampliar su producción cultivando aguacate, pero pronto se centraron en producir exclusivamente Hass.

“Muchos indígenas purhépechas locales, junto con campesinos no indígenas o agricultores rurales, alquilaron o vendieron tierras a la clase emergente de agricultores de aguacate. En la década de 1980, los campesinos también comenzaron a cultivar la fruta. Esta fue una tarea costosa y de largo plazo: los árboles tardaron cuatro años en producir aguacates comercializables, pero los productores tuvieron que comprarlos, limpiar la tierra para ellos y proporcionarles agua, fertilizantes y pesticidas para ayudarlos a crecer”.

 

Los productores de melón podrían permitirse invertir capital durante cuatro años sin retorno en efectivo. Los campesinos tuvieron que depender de préstamos o remesas de familiares en el extranjero para desarrollar huertos de aguacate, documenta.

Pero a medida que la producción se expandió, en las tierras purhépechas surgieron distribuidores de agroquímicos, viveros de árboles y empacadoras, talando pinos nativos y erosionando los suelos fértiles, lamenta. “México aprobó una ley en 2003 que prohibía la tala de bosques para la agricultura comercial , pero para entonces los campesinos de Michoacán ya cultivaban aguacates Hass a gran escala”, menciona.

Un estanque de riego sin licencia en construcción junto a un huerto de aguacates en Villa Madero, México, el 17 de abril de 2024. Foto/Armando Solis

La guerra del guacamole: el TLCAN y el aguacate

 

Después de la adopción del Tratado de Libre Comercio de América del Norte en 1994, los productores de aguacate de California presionaron para mantener una cuarentena que el USDA había impuesto a los árboles de aguacate mexicanos en 1914 debido a una supuesta plaga, y así lo trae a cuenta Verónmica en su investigación. “Después de tres años de sequía en California y pruebas de plagas en los huertos de Michoacán, México comenzó a enviar aguacates Hass a Estados Unidos en 1997”, agrega.

Sin embargo, refiere, la única región que el USDA certificó para enviar aguacates a Estados Unidos fue Michoacán. México tuvo que permitir que el USDA colocara agentes en Michoacán para verificar que los huertos certificados cumplieran con las condiciones acordadas para minimizar los riesgos de enfermedades de las plantas.

“Empresas como Calavo, un distribuidor de productos agrícolas con sede en California , comenzaron a comprar, empacar y enviar aguacates cultivados en Michoacán a clientes estadounidenses. En el proceso, se convirtieron en importantes competidores de los productores de aguacate de California”.

 

Más allá del monocultivo

 

Hoy en día, documenta la investigación, el aguacate es una de las exportaciones más reguladas de México . Sin embargo, afirma, estas reglas hacen poco para abordar los impactos ambientales de la industria.

“Los agricultores de Michoacán continúan talando bosques, fumigando con agroquímicos, agotando acuíferos y comprando propiedades comunales purhépechas, convirtiéndolas en lotes más pequeños de propiedad privada. El aumento de las ganancias ha estimulado la violencia y la corrupción a medida que algunas autoridades locales se confabulan con grupos del crimen organizado para expandir el mercado”, lamenta.

Recuerda que, al visitar Michoacán el 26 de febrero de 2024, el embajador de Estados Unidos en México, Ken Salazar, prometió que Estados Unidos modificaría su protocolo para bloquear las importaciones de aguacates cultivados en huertos ilegales . Sin embargo, esto no restaurará los ecosistemas locales.

“A mi modo de ver, esperar que los pequeños productores protejan el medio ambiente, después de que la ecología y la economía de Michoacán han sido alteradas radicalmente en nombre del libre mercado y el desarrollo, coloca la responsabilidad en el lugar equivocado. Y boicotear los aguacates mexicanos probablemente simplemente llevaría a los productores a buscar otros mercados”.

Y añade que diversificar la agricultura en la región y reforestar Michoacán podría ayudar a restaurar la ecología de la Sierra Purhépecha y proteger la economía rural. “Una comunidad indígena allí cultiva exitosamente duraznos y limones para el mercado interno y aguacates para el mercado internacional, al mismo tiempo que planta pinos nativos en sus tierras comunales. Este es un modelo potencial para otros agricultores, aunque sería difícil replicarlo sin el apoyo estatal”, considera Viridiana Hernández.

“En mi opinión, importar aguacate de diferentes zonas de México y el mundo para reducir la participación de mercado de Hass puede ser la estrategia de protección ambiental más efectiva. En 2022, el USDA aprobó las importaciones de aguacates cultivados en el estado mexicano de Jalisco . Este es un comienzo, pero Jalisco seguirá la trayectoria de Michoacán a menos que Estados Unidos encuentre más fuentes y promueva más tipos de aguacate”.

A medida que los gustos de los consumidores estadounidenses se vuelven más aventureros, probar aguacates de diferentes tamaños, formas, texturas, sabores y orígenes podría convertirse en una decisión epicúrea y ambientalmente consciente, concluye.

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Esta es una publicación original de The Conversation. Aquí puedes ver el textio original.