Al registrarse con demasiada frecuencia hechos de violencia por actividades de delincuencia que insiste en apoderarse de los espacios públicos, y fuerza militar-policial que por fortuna ha logrado que no pasen a mayores consecuencias los embates criminales, se dificulta que se asiente en los sinaloenses la percepción de seguridad pues apenas termina una burbuja de miedo y ya se instala otra en la temerosa sensación colectiva.

Lo sucedido ayer en el bulevar Leyva Solano, una zona muy transitada por automovilistas y peatones, creó otro bucle de zozobra al tratar de contener la Guardia Nacional a los ocupantes de un vehículo sospechoso que desobedecieron la orden de hacer alto para someterse a revisión y en cambio intentaron evitar la persecución al arrojar artefactos ponchallantas contra las unidades policiacas.

Todos los días se han vuelto la crónica interminable de hechos de delincuencia y de reacción de militares y policías, que en distintos puntos de Sinaloa contribuyen a darle motivos de zozobra a la ciudadanía que percibe la tensa calma que no es otra cosa que la incertidumbre latente de si detonarán o no de un momento a otro situaciones de mayor peligro para la población en general, y la capacidad y voluntad que poseen las instituciones para proteger a los sinaloenses.

 

Sin duda las corporaciones federales y estatales de seguridad pública están haciendo la correcta labor de vigilancia y detección de grupos delincuenciales, en la mayoría de los casos sometiéndoles conforme a la ley, lo cual mantiene la fe en que el orden prevalezca con la pregunta añadida de si podrán hacerlo de manera permanente o en un momento dado las células del crimen rebasarán las barreras institucional de sujeción.

Los desenlaces de sucesos como el de ayer en la zona del cruce de las calles Leyva y Aldama, en Culiacán; los reportados en las zonas serranas de Badiraguato y Rosario, o bien lo ocurrido en Paredones con el frustrado Culiacanazo del 29 de agosto, le abonan a la confianza en los cuerpos de seguridad pública y aportan al restablecimiento de la sensación de paz. Podría ser que la numerosa presencia militarizada y de la Policía Estatal Preventiva haya encontrado la manera de cuidar a Sinaloa, pero cualquier exceso de confianza en la materia podría tener graves derivaciones.

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