Por tercer día consecutivo la zona centro de Sinaloa, con el punto más álgido en Culiacán, está bajo la amenaza de la delincuencia organizada y el dominio del miedo, sin que exista un protocolo que indique a los ciudadanos y empresas e instituciones cómo salvaguardar la integridad física en lo individual o en el caso de aglomeración humana, para exponerse lo menos posible en la crisis de seguridad pública en curso.
Existe desconfianza hacia las autoridades después de experiencias que transitan de la subestimación de la violencia a la realidad que se muestra distinta por peligrosa e impredecible, lo cual contribuye a que las familias, centros de trabajo, instituciones educativas y demás actividades humanas adopten previsiones según se los dicta el sentido común en materia de protección y medición individual que se hace del riesgo latente.
En tanto el Gobierno de Sinaloa o el Consejo Estatal de Seguridad Pública le dan forma al manual de comportamiento en situaciones de violencia de alto impacto, lo que debe indicarse en estos momentos es lo más básico que tiene que ver con mantener a la gente en sus casas si no hay motivos de urgencia para salir, blindar la protección a hospitales, escuelas e instalaciones estratégicas, proceder en las empresas a retener en sus instalaciones a los trabajadores hasta que haya condiciones para salir, buscar refugios seguros y cercanos quien se halle en medio de disparos de armas de fuego, y garantizar que los supermercados se mantengan abiertos para evitar compras de pánico.
En los reportes de la Secretaría de Seguridad Pública dejar de utilizar locuciones como “estamos seguros”, “Culiacán está en paz”, “tenemos el control de la situación” y concretarse a dar el informe de hechos verídico y completo para que la opinión pública adopte sus propias conclusiones y proceda en consecuencia. Además la información debe estar disponible en tiempo real dando cuenta de eventos de violencia que detonan o que son sofocados por los operativos militares y policiales.
Hoy cobra forma otra jornada de miedo al extenderse hacia la zona sur de la ciudad los enfrentamientos entre grupos rivales del Cártel de Sinaloa, sobre todo en la región del valle del río San Lorenzo que había sido el santuario natural de Ismael “El Mayo” Zambada García y que había cuidado de la intromisión de criminales antagónicos. En medio de dicha anarquía, la prioridad es poner a salvo a la población pacífica en el menos tiempo posible.
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