Al permitir que el hijo ocupe uno de los principales cargo de dirección en el Movimiento Regeneración Nacional y que quien es su secretaria de Gobernación, Luisa María Alcalde, acceda a la presidencia del mismo partido, el presidente Andrés Manuel López Obrador transparenta cada vez más la decisión de mantener en sus manos las riendas de México mientras que quien lo sucede en el cargo, Claudia Sheinbaum Pardo, sea una figura decorativa en el despacho principal de Palacio Nacional.

El creador y líder de facto de Morena le pone la cereza al pastel de la continuidad ya que sólo le faltaba refrendarse como jefe de partido después de cerrar la pinza del absolutismo con la reforma judicial que le permitirá someter al único poder, que es la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que le significaba contrapeso en el contexto del control y sumisión de la mayoritaria bancada morenista en el Congreso de la Unión.

 

En el Congreso Nacional Extraordinario de Morena realizado ayer en la Ciudad de México se notó con absoluta claridad la hegemonía del todavía presidente del país, evidenciando a quien lo relevará en el cargo el 1 de octubre como obediente ejecutora de las órdenes provenientes de su guía político, no obstante que debilita al mandato que ofrece ponerle un segundo piso a la mal llamada Cuarta Transformación, obra que por cierto tiene el autoritarismo como cimiento.

En Morena, también López Obrador reedita la jugada del control real detrás del poder legítimo ya que la opinión pública entendió que a pesar de que Luisa María Alcalde fue designada presidenta del partido, el mando lo ejercerá en los hechos el hijo del presidente, Andrés Manuel López Beltrán, al colocarlo en la posición de Secretario de Organización, como estatua al nepotismo lópezobradorista.

Ningún otro mandatario nacional había logrado mantener el dominio absoluto de las instituciones y quienes las dirigen, e inclusive del partido en el poder, obstaculizando la transición en una nación que lo menos que necesita hoy son dictaduras disfrazadas de democracias.

 

Conforme se aproxima la instalación de Sheinbaum al frente de Ejecutivo federal, más alimenta López Obrador con señales insolentes la pantomima de un poder de facto erigiéndose por encima del veredicto del voto popular del 2 de junio que decidió ungir a una mujer con la banda presidencial por primera vez en la historia.

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