Por Óscar Rivas

Esta edición 2024, el prestigioso Premio Nobel de Economía fue otorgado a Daron Acemoglu, Simon Johnson y James Robinson “por sus estudios sobre cómo se forman las instituciones y afectan a la prosperidad”, según indica Real Academia de las Ciencias de Suecia.

Pocos entienden el importantísimo rol de las instituciones en la generación de prosperidad. Las instituciones conforman un marco de reglas, de recompensas y castigos que ordenan la compleja interacción entre individuos. Pero, sobre todo, porque son acuerdos formales que limitan el abuso de un grupo por encima de otros.

Para entender lo anterior, es preciso recordar el análisis que hacía John Locke sobre el papel del Estado, dispersando en diferentes esferas las responsabilidades fundamentales del poder evitando su concentración. Esto, para el filósofo inglés, era de una importancia crucial, pues el absolutismo encarna no solo la posibilidad de abusos, sino la tentación misma de la autoridad por mandar sin legitimidad, creada desde el acuerdo y la construcción de vínculos libres entre personas.

El populismo político distorsiona esa legitimidad democrática basándose en la manipulación de mayorías. Sin embargo, como advertía James Madison en el Federalista, la Constitución es el primer control contra los abusos de muchos hacia los pocos. En una carta dirigida a Jefferson, Madison advierte del uso arbitrario del Gobierno por parte de una mayoría que intenta imponer sus pasiones (entiéndase opiniones e intereses) a los demás individuos: “No es de recelar que la invasión de los derechos privados procede principalmente de actos del gobierno contrarios al sentir de sus constituyentes, sino de actos en los que el gobierno es el mero instrumento de una mayoría de constituyentes. Esta es una verdad de gran importancia a la que no se ha prestado suficiente atención (…) Cabe preguntar: ¿qué utilidad puede contener una declaración de derechos en un gobierno popular? (…) 1. Las verdades políticas declaradas en forma tan solemne adquieren el rango de máximas fundamentales del libre gobierno, y como se incorporan al sentimiento nacional, contrarrestan los impulsos del interés y de la pasión”.[1]

De ahí la importancia de entender el orden institucional republicano por su sentido de control: es un marco en el que los individuos interactúan con la menor posibilidad de que avasallen a otros.

Las instituciones se convierten no solo en las reglas del juego social y económico. Son por sí mismas, espacios de interacción y de intercambio de valor, mesas en las que se dialoga para evitar la violencia y, sobre todo, exigen valores comunes para tener resultados óptimos.

 

Sin instituciones, es imposible el intercambio libre de individuos, el respeto a los acuerdos y, sobre todo, la creación de valor en una sociedad.

Las buenas reglas premian la conducta de los actores cuando su accionar beneficia de manera colectiva o los castiga cuando generan un agravio generalizado. Por ejemplo, el libre mercado es un mecanismo de asignación eficiente de recursos que premia a quien se adapta mejor a las necesidades de una sociedad. Vender abrigos en Culiacán, con temperaturas de más de 40 grados centígrados es una locura, mientras que quienes compitan por vender helados, tendrán una recompensa económica en la manera en que lo hacen optimizando sus procesos.

Las malas reglas hacen lo contrario, puesto que priorizan y recompensan a los grupos con mayor influencia, generando inequidades que se traducen en muchos castigos para la mayoría y muchas recompensas para la minoría. Por eso es por lo que la corrupción tiene un efecto tan dañino en un país, ya que significa que algunos grupos tienen ventajas relacionales, tecnológicas y económicas fuera de las reglas formales. Vaya, que es como jugar ajedrez en un tablero donde un jugador puede estar metiendo las piezas que le capturó el contrario y este último no puede hacer lo mismo.

Otra situación con las reglas es que provocan problemas cuando hay demasiadas o no son claras. Por ejemplo, en Miami para tener un restaurante hay que cumplir más o menos 14 leyes locales, muy específicas y con castigos claros si no se cumplen. En la mayor parte de las ciudades mexicanas, para abrir un restaurante, según el reporte de Doing Bussines 2023, hay entre 40 y 60 permisos a conseguir.

James Madison defendía la necesidad de crear un sistema de frenos y contrapesos para evitar la concentración de poder en cualquier rama del gobierno. Su postura subrayaba la importancia de la división de poderes como mecanismo de control institucional, asegurando que ningún actor podría actuar sin supervisión. Este diseño buscaba proteger la libertad individual y garantizar la estabilidad política mediante un equilibrio entre las instituciones. Para Madison, las reglas formales e informales debían ser claras y efectivas para limitar el abuso de poder y fomentar una gobernanza efectiva.

Douglas North, en su teoría del neoinstitucionalismo, complementa la visión de Madison al argumentar que las instituciones, tanto formales como informales, son claves para el desarrollo económico y la prosperidad de las naciones. North destaca que las reglas de juego establecidas por las instituciones afectan las decisiones económicas y políticas de los actores, influenciando el desempeño económico a largo plazo. Las instituciones sólidas y predecibles, que reducen la incertidumbre y fomentan la cooperación, son esenciales para crear un entorno que favorezca el crecimiento económico y la prosperidad.

Los controles de constitucionalidad se derivan de estas ideas al ser mecanismos fundamentales para garantizar que las leyes y políticas públicas respeten los principios constitucionales. Estos controles aseguran que las decisiones de los gobiernos no excedan los límites del poder establecido por la constitución, protegiendo los derechos fundamentales de los ciudadanos. A través de los controles judiciales y legislativos, las democracias pueden evitar la erosión institucional y asegurar que las instituciones sigan actuando de acuerdo con las reglas establecidas.

Tanto Madison como North coinciden en que las reglas claras y los mecanismos de control son esenciales para el buen funcionamiento de los Estados Nación. Mientras Madison subraya el papel de los frenos y contrapesos en la protección de las libertades, North amplía esta visión al incluir el impacto de las instituciones en la prosperidad económica. Los controles constitucionales, al alinearse con estas ideas, proporcionan un marco legal para el desarrollo político y económico sostenible, garantizando que el poder se ejerza dentro de los límites adecuados para favorecer el bienestar colectivo.

Las aportaciones de Daron Acemoglu, Simon Johnson y James Robinson, están profundamente vinculadas a las ideas de James Madison y Douglas North. Acemoglu y sus colegas han argumentado que las instituciones inclusivas, aquellas que permiten la participación política y económica amplia, son esenciales para el desarrollo y la prosperidad a largo plazo. Este enfoque refuerza la visión de North sobre el papel de las instituciones en la economía, ya que instituciones inclusivas generan incentivos para la innovación y el crecimiento. Asimismo, los controles institucionales y constitucionales de Madison son fundamentales para mantener la estabilidad y evitar que las élites acaparen el poder, lo que es clave para la creación de instituciones inclusivas, según Acemoglu.

Además, Acemoglu, Johnson y Robinson han destacado cómo las instituciones extractivas, aquellas que concentran poder y recursos en manos de pocos, impiden el desarrollo económico y perpetúan la desigualdad. Este análisis conecta directamente con los mecanismos de control defendidos por Madison, ya que, sin frenos y contrapesos, las instituciones pueden degenerar en sistemas extractivos. Al igual que North, los tres autores subrayan la importancia de reglas estables y predecibles que permitan la prosperidad económica. Así, los controles constitucionales y el diseño institucional que limitan el poder son elementos clave para asegurar la prosperidad de los Estados Nación, promoviendo un entorno que favorezca el bienestar de la mayoría y no solo de unas élites reducidas.

Queda claro que sin instituciones liberales es imposible la generación de economías desarrolladas. El rol de estas es crucial para que las sociedades logren alcanzar acuerdos pacíficos que permitan mejores oportunidades para todos.

 

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[1] Padover, S., The Complete Madison, Padover, 1953, p. 253.

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Óscar Rivas, especialista en Economía, es miembro del Colegio de Economistas del Estado de Sinaloa, y esta publicación es una colaboración para Espejo Negocios.