Sinaloa.- Mientras ciudadanía y autoridades no trabajen para generar lazos que nos unan en comunidad, la construcción de paz en Sinaloa será solo de buenos deseos, opinó el psicólogo social César Burgos Dávila.
En entrevista para ESPEJO, el autor de estudios sobre la perspectiva de las juventudes sinaloenses durante los dos primeros culiacanazos, explicó que actualmente todas nuestras relaciones sociales están construidas a base del miedo y la desconfianza, lo que nos niega la posibilidad de actuar en conjunto por un objetivo común.
“Lo que uno observa ahorita en la calle son altos índices de desconfianza, no solamente a los actores implicados en actos delictivos o en la violencia, es hacia todas las personas”, lamentó el académico al indicar que mientras no exista un lazo social que sea restablecido, no podremos construir paz.
Esta tarea, añadió, debe ser una primera prioridad para las autoridades, pues las mismas instituciones de gobierno carecen hoy de la confianza de los sinaloenses. Pero para esto, añadió, estas deben empezar por darle cara al problema que tienen enfrente, primero ofreciendo cifras reales de la violencia y haciéndole frente a la cifra negra; pero también relacionando directamente la violencia de alto impacto con otras violencias que existen y que posibilitan que sucedan más culiacanazos.
“Es decir, la desigualdad, la pobreza, la inseguridad, la impunidad. Esas son condiciones que estuvieron presentes y que justamente sirven como caldo de cultivo para que estos acontecimientos se presenten de esta manera”, explicó.
Desde el Laboratorio de Estudios Psicosociales de la Violencia de la Facultad de Psicología de la UAS, Burgos y demás científicos han estudiado los sentidos y experiencias de las juventudes sinaloenses tras los Culiacanazos del 2019 y 2023, encontrando que, si el primero rompió con la romantización e idealización del narcotráfico, el segundo generó un profundo sentimiento de desesperanza entre las juventudes sinaloenses.
“Encontramos el afianzamiento de una desesperanza profunda. La idea de que esto no va a cambiar y de que no podemos hacer nada; y lo que vivimos hoy no solamente es que se volvió a repetir y que nada ha cambiado, sino que ha ido a peor”, comentó.
Ante estos hallazgos, el académico ha encontrado la importancia de tomar en cuenta a las juventudes sinaloenses en el planteamiento de un Sinaloa más pacífico; y no solo conociéndolas o estudiándolas, sino también tomando en cuenta sus posibles formas de participación e involucramiento en estos temas.
Otro punto relevante es pensar el problema de la violencia desde una perspectiva de género que cuestione los mandatos de la masculinidad que hace “que las masculinidades sinaloenses sean como son”.
“Esas expresiones de violencia que vemos en las calles, los cuerpos, los enfrentamientos, tanto víctimas como victimarios son predominantemente hombres, y son hombres jóvenes”, alertó.
En este sentido llamó también a no negar nuestra realidad cultural, pues esto limita las posibilidades de construir ‘una paz desde abajo’. En contraparte, añadió, debemos reconocer aquellos elementos propios de la narcocultura, como es el narcocorrido, y “utilizarlos como una forma de reflexión, de crítica, de problematización, de desmontar esas narrativas narco culturales”.
“Que estos materiales forman parte del reconocimiento de un problema, que formen parte de la reflexión y que sean materiales que sean consumidos o socializados críticamente, porque no existe ningún elemento en nuestra vida cotidiana que le haga frente a esa narrativa. Es más bien algo que se niega, algo que se esconde y algo que se estigmatiza, y si el problema se oculta pues ¿como le entras?”, puntualizó.
Por último, el académico reconoció que hoy más que nunca, la sociedad demanda que el sector académico se involucre más allá del entender y explicar qué está pasando y transite a modelos de acción en conjunto con los demás sectores sociales.
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