El preocupante repunte en la comisión de homicidios dolosos, con el incremento del 347 por ciento en los meses de septiembre y octubre, y crímenes masivos como el reportado hoy, representa el principal termómetro para medir el sobrecalentamiento que le significa a Sinaloa la violencia irrefrenable que deriva de la confrontación entre las dos organizaciones del narcotráfico que integran el Cártel de Sinaloa y deja consecuencias para la ciudadanía y sectores organizados en general.

De acuerdo a datos de la Secretaría Ejecutiva del Sistema Nacional de Seguridad Púbica el aumento en el índice de asesinatos, que hasta el mes de agosto mostraba tendencia estable, se debe a la ola de violencia derivada del secuestro de Ismael Zambada García para ser llevado a Estados Unidos, el 25 de julio, y entregado a las autoridades de aquel país, operación que se le atribuye Joaquín Guzmán López. Agregado a ello, este día la Vocería del Gobierno del Estado confirmó el hallazgo de seis personas sin vida por la maxipista Culiacán Mazatlán.

La crisis de la seguridad pública en Sinaloa llama la atención del gobierno de Claudia Sheinbaum y de organismos de seguridad nacional de otros países, ya que de la ruptura interna en la principal organización mexicana del narcotráfico podría remontar la violencia hacia las regiones centro y norte de América con daños inclusive para la relación internacional en los ámbitos comercial y político.

Igual que lo ha hecho durante las semanas recientes, de nuevo la presidenta Sheinbaum se refirió hoy en la conferencia de prensa mañanera a la situación crítica que permanece en Sinaloa durante más de dos meses al reiterar en este estado y en los límites con Durango hay fuerte presencia de la Guardia Nacional y Secretaría de Defensa Nacional con la cual, insistió, “vamos ir pacificando Sinaloa”.

Los gobiernos federal y estatal están emplazados a acelerar la reposición de la legalidad y civilidad en la tierra de los once ríos para que la población y las actividades productivas retomen el dinamismo que por estar estancado ahora apunta hacia la crisis económica añadida a la crisis de la seguridad pública. A Sinaloa no le queda tanta paciencia o capacidad de resistir como para esperar a que el discurso gubernamental concrete la pacificación que ofrece.

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