Con el ataque ocurrido el sábado contra policías municipales que ocasionó la muerte de un elemento de la corporación, y el enfrentamiento entre civiles y efectivos de la Marina Armada sucedido el domingo, Mazatlán ingresa a episodios de violencia cada vez de más alto impacto como los que se registran en Culiacán a diario.

También el discurso de las autoridades estatales y municipales estandarizado para todo Sinaloa insiste en que hay condiciones para que las actividades de turistas y habitantes se realicen con normalidad, en contraste con la acción criminal reincidente y de creciente reto al gobierno y la capacidad de resistencia de la gente.

Destaca la perseverancia con la cual visitantes y lugareños se sostienen como puntales de la industria sin chimeneas, pues a pesar del miedo que deriva de la inseguridad fue realizado de manera exitosa el triatlón y maratón de Mazatlán, haciendo lucir las fortalezas de un destino turístico que mediante grandes esfuerzos sostiene la hospitalidad y tranquilidad.

Los gobiernos estatal y municipal deben moderar el exceso de confianza en sus operativos militares y policiales y reforzar la efectividad de tanta fuerza pública que dicen está cuidando a Mazatlán y aún así son perpetrados eventos de delincuencia que intranquilizan y dejan estelas de terror, inhibición de la economía y mala imagen internacional.

La actividad estratégica que es el turismo como uno de los pilares del crecimiento económico de Sinaloa debe ser cuidada en el contexto de planta productiva estatal gravemente dañada por la violencia, no obstante que el gobierno se niega a ver y reconocer tal afectación. Las repercusiones a los sectores cruciales para el desarrollo del estado son reales, están a la vista de todos, y por lo tanto las medidas para cuidarlos tienen que ser igual de tangibles y efectivas.

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