Los culiacanenses se están animando a retomar los espacios y tradiciones que les pertenecen y defienden, repitiendo este día las peregrinaciones hacia los templos católicos para venerar a la Virgen de Guadalupe, el símbolo religioso que hermana y da esperanzas de que Sinaloa cruce pronto el umbral hacia la paz después de tres meses de violencia que arredra a ciudadanos y sectores sociales.
La romería de fieles de La Guadalupana cobró fuerzas anoche y se intensificó este 12 de diciembre resguardado por el operativo Guadalupe-Reyes, como otro indicio de la apuesta a que la tranquilidad y dominio de la ley regresen, ruego que de seguro será planteado en los altares como acto de fe en que el gobierno y la fuerza pública militar y civil desplegada recuperen el control por encima de las disputas entre grupos del crimen organizado.
La celebración del milagro del Tepeyac se presta también para la introspección generalizada del rol que desempeñamos desde lo individual, familiar o social en el fenómeno de delincuencia que se nutre precisamente de omisiones y negligencias de autoridades, pero recibe cuotas de colaboración ciudadana al no imponer los valores, la seguridad y la prudencia como dique que le evite al hampa penetrar a los hogares.
La llamada narcoguerra cuyo saldo supera las mil muertes y desapariciones forzadas, que agobia a todos con el miedo, que despoja del patrimonio a familias, afecta la libre movilidad y traba a los sectores económicos, es motivo de sobra para pedir la intercesión divina, no obstante que en lo terrenal el apremio consiste en mantener firme la exigencia de que el Gobierno cumpla con la obligación constitucional de velar por el bienestar de la población.
Sin embargo, la solicitud a entes celestiales con origen en creencias y fervores ocupará también de la organización de la sociedad civil en el alcance de los objetivos planteados, marcando distancia de la costumbre de que hoy nos paraliza la zozobra y en semanas olvidamos la tarea que nos comprometimos a lograr, esta vez sí, de la paz positiva y permanente. En esta coyuntura de culto a La Guadalupana, en cuestión de fe y de requerimientos al gobierno aplica la conseja popular de que ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre.
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