Entre el cierre masivo de establecimiento y la caída generalizada del consumo por la ola de violencia en Sinaloa, las pequeñas y medianas empresas de Culiacán necesitan repensar sus negocios y reinventar sus estrategias para poder mantenerse operando. EFI Llantas, que nació en el pleno comienzo del trágico episodio hace algunos meses, hace reparaciones de neumáticos gratis a personas víctimas de “ponchallantas“. Esto, en un ejemplo de sensibilidad social empresarial en medio de una crisis de seguridad, que se ha traducido en exposición positiva para la empresa.
“Existen los casos donde hay vehículos que salen como daños colaterales porque la violencia a veces genera que tiren ponchallantas. Desafortunadamente nos ha tocado ver que se ponchan y caen aquí. A veces eran personas que tenían recursos económicos más limitados y, con base en eso, decidíamos apoyarlos en reparar su neumático”, relata Christian Omar Ochoa, empresario responsable del negocio, en entrevista para Revista Espejo.
Actualmente, a Sinaloa lo atraviesa una ola delictiva con epicentro en la ciudad de Culiacán. La crisis de inseguridad, que detonó el 9 de septiembre de 2024 y se ha prolongado hasta la actualidad, hoy contabiliza alrededor de 900 asesinados y más de mil fichas de búsqueda emitidas por personas desaparecidas.
Con hechos de violencia de alto impacto ocurriendo cotidianamente, producto de una guerra entre dos facciones rivales del crimen organizado, se ha suscitado una bajada generalizada en el consumo que afecta a la gran mayoría de giros empresariales, aunque es mayormente notorio en el sector comercial. Según cifras provistas por la organización civil Frente Primero Culiacán, para la primera quincena de enero se habían constatado alrededor de 850 establecimientos cerrados, temporal o definitivamente.
Han sido notables los esfuerzos de las diferentes unidades económicas por adaptarse a la situación adversa y mantenerse operativos. Ha sido necesario hacer ajustes en el modelo operativo de muchas empresas, por ejemplo, cambiando horarios, reduciendo la plantilla de personal, entre otros. Martha Reyes, presidenta de Coparmex Culiacán, describe el panorama de negocios actual de la capital sinaloense como una “economía de supervivencia“.
El carácter incapacitante y paralizante para la sociedad que supone esta ola de violencia, le ha merecido el mote de “narcopandemia“, pues recuerda al confinamiento sanitario sucedido durante la propagación del Covid-19 en 2020. Esta vez, el resguardo es autoimpuesto, por el temor de ser víctima de la delincuencia en cualquiera de sus expresiones.
Es en este marco de circunstancias que el empresario Christian Omar Ochoa abre su negocio EFI Llantas, dedicado a la reparación y venta de neumáticos.
EFI Llantas, un negocio “hijo de la narcopandemia”
EFI Llantas nace casi al mismo tiempo que el estallido de la guerra en Culiacán, incluso, su inauguración tuvo que verse retrasada algunos días debido al comienzo de los enfrentamientos.
Desde entonces, ha visto de cerca la necesidad de las personas que caen víctimas de los ponchallantas, lo que les ha sensibilizado para ofrecer este servicio a la comunidad.
“Nosotros les dimos alternativas para que pudieran llegar a su trabajo o llevar a sus hijos a la escuela, porque normalmente estos casos se presentan en la mañana. Era la tendencia en su momento. Posteriormente fue avanzando un poco más, fue habiendo más casos de ponchallantas, hubo amistades y familiares que también tuvieron este tipo de situaciones y nosotros apoyábamos”.
Al principio, la iniciativa solo tenía alcance entre el círculo cercano del equipo. Sin embargo, Christian declara que las movilizaciones ciudadanas que se levantaron en protesta durante el mes de enero, bajo la exigencia de paz y justicia, luego del asesinato de los dos menores Gael y Alexander, los motivó a adoptarla formalmente y darle difusión.
“Vemos que comienza este movimiento donde la gente sale a la calle, a exigir paz, más apoyo. Pues a lo mejor yo pudiera apoyar desde mi área. Tenemos la facultad de reparar algún neumático. Comenzamos una campaña el fin de semana, donde ya lo lanzamos a la gente”.
Frutos de la iniciativa: más allá de la satisfacción personal
El empresario afirma que este servicio gratuito a la comunidad tiene un origen meramente altruista, y que la satisfacción personal de contribuir a formar parte de una iniciativa privada más solidaria es la principal forma en que se ha visto beneficiado su negocio. Sin embargo, reconoce el alcance y exposición que ha recibido, gracias a dicha labor.
“Ha tenido muy buena aceptación. Vienen personas, a lo mejor del otro lado de la ciudad, a que nosotros les apoyemos con el tema de los ponchallantas. […] La satisfacción es lo principal, pero sí ha llamado un poquito la atención a las personas. La gente se ve muy agradecida, con esta disposición de decir «hey, pues vamos a ayudarlos a ellos que también están ayudando»”.
Asegura percibir que, al haber cambiado las prioridades y hábitos en el consumidor culichi, se han abierto ventanas que permiten a negocios como el suyo satisfacer esas necesidades.
“Los mercados son autorregulables. Siempre que alguien gana, alguien más pierde. En la pandemia, por ejemplo, las farmacéuticas y el sector salud tuvieron mucho trabajo. Nosotros en lo personal, lo vemos representado en que, sí, al haber más violencia, al haber ponchallantas, se eleva un poquito la venta. Pero también baja otra”
Considera que, al haber más trabajo entre las corporaciones de seguridad, los proveedores de estas organizaciones gubernamentales también podrían estar experimentando un aumento en sus ingresos, aunque el consumo de la población baje. “Esto es una balanza. A todos nos impacta de una u otra forma”.
Los “ponchallantas” en la narcoguerra de Culiacán
Los ponchallantas son artefactos hechos de metal, casi siempre de fabricación artesanal, que se colocan sobre las vialidades para disuadir el paso o provocar daños en otros vehículos. Pueden arrojarse manualmente o mediante sistemas automatizados con los que el crimen organizado ha equipado algunos de sus automóviles.
Generalmente, son utilizados en persecuciones, o para dañar unidades de las corporaciones de seguridad. Es usual que inadvertidos conductores terminen perjudicados por este acto.
En la actualidad de la “guerra” en Culiacán, es común que los mismos ciudadanos se alerten entre sí por medio de redes sociales y aplicaciones de mensajería sobre zonas en las que se han avistado estos dispositivos.
Recientemente, se presentó una iniciativa de ley a nivel federal para prohibir su uso, que pena con multas de hasta 56 mil pesos y de 2 a 6 años de prisión su utilización con intenciones delictivas.
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