Culiacán, Sin.- Han pasado tres años desde la privación de la libertad y el asesinato de Rosario Lilián Rodríguez Barraza, madre rastreadora de Elota que buscaba a su hijo Fernando Abixahy Ramírez Rodríguez.

En aquel momento, el gobernador Rubén Rocha Moya prometió a sus hijos huérfanos becas, acompañamiento y un trabajo para el mayor. Pero las promesas quedaron suspendidas en el aire: uno de los hermanos, de apenas 16 años, fue asesinado; el otro, sobrevive solo y sin apoyo.

Se comprometieron a darle trabajo porque se quedó solo, pero hasta la fecha no le han cumplido”, dice Marisela Carrizales, fundadora del colectivo Por las Voces sin Justicia y madre de un joven desaparecido.

Carrizales asegura que Francisco Alonso Ramírez Rodríguez, el único hijo con vida de Rosario Lilián, logró titularse como médico general pese a la orfandad, la pobreza y la indiferencia estatal. Durante un tiempo consiguió empleo temporal, pero hoy está desempleado, esperando que el gobierno cumpla la palabra que empeñó frente al féretro de su madre.

Te bajan el cielo y las estrellas y a la hora de la verdad, te mandan lejos. Ahora ahí está el muchacho sin trabajo, sin su madre, sin sus hermanos”, dice Marisela.

Los acercamientos con las autoridades, explica, se han dado a través de Nora Patricia Figueroa Sauceda, subsecretaria de Derechos Humanos del Gobierno de Sinaloa, sin que hasta ahora exista una respuesta concreta o una solución.

El crimen anunciado

Rosario Lilián fue levantada la noche del 30 de agosto de 2022, Día Internacional de las Víctimas de Desaparición Forzada. Salía de una misa que había pedido en memoria de su hijo desaparecido.

A la altura del Cine México, en La Cruz de Elota, una camioneta Suburban blanca la interceptó. Hombres armados la subieron a la fuerza. Cuatro horas después apareció asesinada, tendida sobre la avenida Manuel Pilar Abraham, a la altura del puente vado de la colonia Víctor Manuel Quintero.

Era un crimen anunciado. Rosario había recibido amenazas constantes, intentos de incendio en su casa y ataques directos contra su familia por buscar a su hijo. En una ocasión, un civil a bordo de una patrulla municipal la interrogó:

“¿Qué tanto busca?”
Solo quiero que me den a mi hijo”, respondió ella.

La Fiscalía y la Policía Municipal sabían del riesgo. Sabían que la habían intentado desaparecer antes. Pero no hicieron nada.

Cuando su hijo reportó su secuestro al 911, nadie respondió con una patrulla. Lo dejaron esperando en la línea hasta que colgó para pedir auxilio a otra madre buscadora.

Rosario no fue buscada esa noche. Su cuerpo fue hallado al amanecer.

El silencio después de Rosario

Rosario vivía en La Cruz de Elota, donde trabajaba como jornalera en los campos de chile y hortalizas. Desde ahí fundó un pequeño colectivo de búsqueda, un grupo de mujeres que se adentraba en la tierra con palas y fe.

Tras su asesinato, ese colectivo se disolvió por miedo.

Desde su muerte tenemos la advertencia de no ir a buscar en Elota”, contó Alejandra Martínez Carrizales, miembro del colectivo Por las Voces sin Justicia en febrero de 2024 para ESPEJO.

El caso sigue impune. Nadie ha sido detenido. Nadie ha respondido por la omisión institucional que permitió que una madre fuera asesinada por buscar a su hijo.

 

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