Que tanto no cambia una en 20 años, uutaaaa madre!!!. Hace 20 años yo era otra, es más, “era otro”. Pero, esta calumnia no se trata de mi…
En esta que es mi casa editorial, Revista Espejo pues; hace días (el 13.05.2025), Vanessa Beltrán -que es periodista- publicó un trabajo que tituló: “Resistir en glitter: población LGBT+ y miedo nocturno”. La idea era una: saber ¿Cómo chingados está afectando esta narcoguerra a la población LGBT+? Y pues publicarlo pues; que por cierto, les pido pasen a leerla y vean lo que es la calidad de la melcocha; no como estas cochinadas que yo hago –y ustedes leen-.
Cuando Vanessa me buscó para participar en su investigación, dije “Sí” de inmediato. Me pareció tan halagador que me pensara como alguien que pudiera aportar, pero sobre todo me pareció tan necesario hablar de los costos de esta guerra, pero con un enfoque LGBT+, y trans en específico.
Mucho -pero aún insuficiente- se ha escrito sobre los costos de esta narcoguerra. Se sabe con cierta precisión del costo si se piensa en términos restauranteros, hoteleros, camarales, etc. Pero neta, ¿Cuánto nos ha costado, pero ahora visto desde la lgbtiza?. Se sabe nada, ¿vea?
Pero… resultase que, justo cuando Vanessa arrancaba con esta investigación yo pasaba por muchas angustias por la deteriorada salud de mi papá; el viejón andaba bien jodido y no le encontraban que era. Apenas mi papá mejoró, me puse en contacto con ella.
Para cuando puede incorporarme, Venessa ya estaba en las últimas de su investigación. Había logrado entrevistar a un grupo -económicamente activo- bien diverso dentro de las poblaciones LGBT+, pero aún no lograba entrevistar a las trans, específicamente a transexuales y transgénero. Que de hecho, desde que me buscó, me buscó especialmente para que le ayudara acercándola con ese par de grupos.
A penas mi apá dio señas que no se moriría pronto, yo ya estaba más puesta que un calcetín, le hable y le digo: Ora sí, mana; aquí llegamos las putas; tú dices cuanda se arma el pedo.
Apenas me comuniqué con la mujer, hizo un espacio en sus actividades y ese mismo día nos aventamos las entrevistas.
Mis compas trans jalaron de inmediato y eso me da tanta esperanza.
A los pocos días, Vanessa publicó. Por pendeja y metiche; no se si más por pendeja o más por metiche, pero pasé a leer los comentarios en Face de la nota.
Mejor que hubiera quedado con el bonito sabor de boca de la experiencia de haber participado-ayudado y, sobre todo, el placer de leer el reportaje completo. Pero no!!!, allá te voy pues.
Si bien, lo que comentaron no es lo peor que en la calle y en la cara me/nos han dicho, no deja de sentirse culero leerlo. Entre los comentarios hubo uno que me llamó poderosamente la atención: “los que venden drogas o alguna otra actividad de baja moral también tendrían derecho a hacer una marcha por su seguridad”; refiriéndose a que las putas trans no podemos quejarnos y manifestarnos, por el hecho se ser putas pues.
En la misma semana que Vanessa publicó, yo les escribí de aquella vez en el 2004 que nos hicieron el reportaje. Y no es que le esté dando mucho poder a unos comentarios en una red social; no, no es eso. Ni tampoco es que no valore el gran trabajo que Vanessa hizo; ese trabajo vale oro para nosotrxs.
Lo que pasa, es que lo que no se ha avanzado en estos 20 años cuesta vidas, vidas de mis hermanos, hermanas y hermanes trans. Y por más que algunxs dejamos el cuero en esta resistencia, nomás no vemos luz al final del túnel.
Poco pido para mis hermanas, hermanes y hermanos trans: Vivir, vivir más y porqué no, llegar a vivir bonito.
Se lo lavan.
Comentarios
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