Texto: Arturo Contreras Camero

Ciudad de México.- Existen tres formas en las que el consumo de alimentos procesados se asocia a cuadros de depresión y ansiedad, explica a Pie de Página la psiquiatra Ana Rosa García Berdeja, especialista de la Comisión Nacional de Salud Mental y Adicciones (Conasama).

La doctora explica que hay una relación entre el consumo de alimentos chatarra y las alteraciones neurocognitivas, como la disminución de memoria, problemas de aprendizaje y el razonamiento.

Según datos de la Conasama, después del agua, los refrescos son la bebida más consumidos por la población en México. Estas bebidas son considerados como dañinos, por la alta cantidad de azúcar añadida que contienen.

Cambios en los genes

La primera relación que se ha encontrado, tiene que ver con la epigenética, que estudia los cambios en los genes sin cambiar la secuencia del ADN, a causa de la edad o a la exposición a factores ambientales. Según la doctora García Berdeja, el consumo de comida procesada afecta cómo se transmite el material genético de una célula vieja a una nueva en nuestros cuerpos.

El consumo de estos productos va a afectar cómo se transmite el material genético, van a ir generando un cambio en cómo se transcribe este material y al haber un error van a ir creando, a largo plazo, alteraciones a nivel del sistema nervioso central; la calidad de estos neurotransmisores afectados se ha asociado con depresión y ansiedad”, explicó en entrevista con Pie de Página.

“El consumo de este tipo de productos genera un estado proinflamatorio en el organismo, por la sensibilidad del organismo a todos los compuestos químicos que tienen. Es una situación similar a la exposición a niveles altos de estrés; lo que provoca mayor predisposición a padecer trastornos como la depresión y la ansiedad”, comentó la doctora al respecto.

El procesamiento de carbohidratos, sodio y de los diferentes edulcorantes que contiene este tipo de comida fuerzan al cuerpo, lo expone a niveles muy altos de glucosa y demandan un mayor funcionamiento hepático, lo que va a generar que se lleven otras sustancias como las interleucinas o las citocinas, que son parte de algo que se conoce como cascada inflamatoria.

Estos estados de inflamación hacen que el cuerpo esté en una alta exigencia de funcionamiento a nivel químico, lo que lo vuelve más propenso a tener enfermedades.

Estas modificaciones epigenéticas también se relacionan a diversos factores de adversidad, como la privación emocional de los padres durante la crianza o la exposición a factores de desnutrición que generan estrés corporal y produce varios efectos a nivel químico en el cuerpo.

Foto: Alexandra Nosova / Unsplash

Comida adictiva

La segunda vía, explica la doctora García, tiene que ver directamente con que este tipo de comida se asocia, por el sabor muy intenso, a efectos químicos en el cerebro.

Es difetente la sensación de placer a nivel químico que produce tomar un vaso de agua a un refresco de cola, que esta lleno azúcares y de estímulos como el fizz de que está carbonatada. Todas estas sensaciones hacen que se activen las vías de recompensa del cerebro, y liberen neurotransmisores como la dopamina. Volviendo al nivel químico, esto va a producir que cada vez se consuma más o se busque el consumo de esos productos para volver al estado del placer. Esto se ha comparado con los procesos que experimentan personas que consumen heroína, nicotina, alcohol o tabaco.

Comer bien para sentirse bien

La última forma en la que se ha relacionado este tipo de consumo con el desarrollo de cuadros de ansiedad o depresión, tiene que ver con el deterioro en la calidad de vida. Padecer diabetes, sobrepeso, hipertensión favorecen estados de ansiedad y depresión.

El parámetro de que tanto es un consumo alto puede variar de persona a persona, pero en general se puede tomar como referencia el «plato del buen comer«, en el que no está incluida la comida procesada.

Incluso, el queso o los jamones están recomendados en una porción pequeña por comida.

“Uno debe saber que esta ingesta de tanto refresco y de dulces o papas fritas, que son los productos con los que más estamos en contacto, llega a un límite cuando empieza a generar problema de salud física, como el síndrome e intolerancia a los carbohidratos y la glucosa, o cuando producen estados prediabéticos y elevación de los triglicéridos.

En México el panorama es especialmente preocupante: este es el quinto país con más obesos en el mundo. Además, el consumo de alimentos chatarra comienza a temprana edad. Más de la mitad de los estudiantes de todas las edades reportaron consumir botanas, dulces y postres; altos en grasas saturadas, azúcares y con alto nivel de calorías.

***

Este trabajo fue publicado originalmente en Pie de Página, que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes consultar su publicación.