Culiacán, Sinaloa.- Ser mujer no tiene por qué ser un impedimento para ejercer una profesión, incluso en aquellas donde la población masculina es predominante, como lo son los oficios relacionados con la industria de la construcción.
Angélica Del Rincón es Ingeniera Civil desde hace 11 años. Ella, al igual que muchas otras mujeres en su rama, ha atravesado múltiples barreras derivadas del machismo que aún predomina en su profesión, como la baja representación de mujeres, los estereotipos de género y la discriminación en la contratación. Sin embargo, ha demostrado que ser mujer no la convierte en el mal llamado “sexo débil”.
La industria de la construcción es uno de los sectores principales de la economía mexicana. De acuerdo con el INEGI, en 2022, este sector contribuyó con alrededor del 6.4% del producto interno bruto (PIB) de México, posicionándose en el sexto lugar de los 20 sectores que conforman la economía nacional.
Al atraer grandes inversiones públicas y privadas, los proyectos de construcción son responsables de la generación de más de 3 millones 232 mil empleos en el país. Sin embargo, aún siendo uno de los sectores más grandes en México, deja fuera a un grupo de población: las mujeres.
Datos del INEGI señalan que en 2022, el 96% de los puestos de trabajo de este sector fueron ocupados por hombres, y solo el 4% por mujeres. En la economía en su conjunto, el 60% de los trabajos fueron realizados por hombres y el 40% por mujeres.
Solo se necesita un pequeño vistazo a una obra de construcción para constatar que se trata de un espacio altamente ocupado por hombres. Ocasionalmente se encuentra alguna mujer, pero muy rara vez se trata de albañilas o ingenieras civiles; es más común que su formación sea en arquitectura.
La masculinización y la segregación de género en esta profesión comienza desde la universidad y continúa en las obras, según contó la ingeniera civil Angélica Del Rincón. En su salón de clases, siempre predominó la población masculina. De 33 estudiantes en su aula, solo 3 eran mujeres. Además, a la hora de querer ejercer su profesión, las empresas siempre dieron prioridad a la contratación de hombres para el trabajo en obra y relegaban a las mujeres a los puestos administrativos u otros realizados desde oficinas.
“Yo creo que todavía seguimos viviendo con mucho machismo. La primera barrera que una como ingeniera civil se topa es (…) que todavía se lleva una cultura machista porque a lo mejor te pueden poner la barrera de que no tienes el carácter suficiente para el puesto”, dijo.
Estas barreras persisten aún durante su vida laboral. Para evitar comentarios desagradables de los albañiles que trabajan en las obras de construcción, ella necesitó forjarse un carácter más duro para no parecer demasiado sensible.
“He tenido que forjar un poco más mi carácter. He dicho que esta carrera me ha hecho muy amargada, pero es más que nada por eso, porque uno tiene que poner límites con los trabajadores para que no se vayan a sobrepasar. Es aprender a marcar una línea, dejarles claro a los trabajadores de hasta aquí llega el cotorreo”, dijo.
Para ella, estos obstáculos que ha tenido que atravesar se han estado reproduciendo a lo largo de la historia debido al machismo que aún está presente en gran parte de la sociedad. Sin embargo, los tiempos han ido cambiando y con ello, se han ido eliminando poco a poco los estereotipos de género en el ámbito profesional.
“No creo que haya un impedimento para que, por ser mujer, no pueda realizar mi oficio. Ha cambiado mucho en estos años; cada vez se ve un poco más de mujeres en residencias. Aún nos topamos con limitaciones en esas cuestiones; todavía hay trabajadores que no aceptan el hecho de que una mujer les dé órdenes, pero sí ha cambiado; hay muchos que ahora no se sorprenden con eso”, explicó.
Si bien es cierto que es necesario seguir luchando para lograr la igualdad de género en el ámbito privado, la historia de Angélica Del Rincón es un ejemplo de cómo las mujeres han ido tomando espacios que históricamente le habían pertenecido a los hombres. Es una muestra de que las barreras basadas en estereotipos de género son reales y persisten en muchas profesiones, pero no tienen por qué convertirse en una limitación para lograr objetivos profesionales.
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