En contraste con siglas políticas que en su mayoría resultaron desplazados de la preferencia electoral, el Frente Cívico Nacional que impulsó concurridas movilizaciones contra el gobierno e iniciativas de Andrés Manuel López Obrador, da a conocer la eventualidad de que la organización se convierta en partido político después de que tal decisión sea deliberada en una amplia consulta popular que iniciará a partir del 6 de julio con mesas de trabajo.
La conversión de un auténtico movimiento social a partido político debe transitar por una secuencia de controles que doten de credibilidad y confianza a quienes bajo el formato político que sea pretendan engrosar la partidocracia que en México recibió el rechazo generalizado, según el resultado electoral del 2 de junio, repulsión acentuada porque las mismas camarillas priistas y panistas y demás resultaron ser las únicas beneficiadas con las derrotas en el país y los estados.
Guadalupe Acosta Naranjo, uno de los líderes del FCN, tiene razón al considerar necesaria la renovación del sistema de partidos en México, porque “como ellos no quieren cambiar ni de marca, si nosotros no cambiamos de marca y seguimos siendo el PRIAN, aunque algunos no tengamos que ver con Alito ni Marko Cortés, es una desventaja estratégica”. La duda consiste en que si Acosta Naranjo solo quiere un nuevo partido para sustituir al PRD, que pierde su registro, después de que ha medrado durante años de las siglas del sol azteca.
El problema es que es muy pronto proponer un nuevo partido y sí es el momento adecuado para plantear la acción ciudadana inclusiva, ya no para rasgarse las vestiduras por la elección que ratificó al Movimiento Regeneración Nacional prácticamente en el unipartidismo, sino para reconstruir la fe en instituciones que den la pelea por los contrapesos en un contexto de equilibrios políticos anulados.
En estos momentos las o los cabecillas del PRI, PAN, PRD y demás menudencias partidistas son de poco fiar al mostrar las garras y dientes que utilizaron para servirse de los pocos cargos disponibles, la mayoría por el sistema electoral de compensación a minorías. Cualquier movimiento ciudadano que aspire a remodelar el sistema de partidos está obligado a prescindir de los que eternamente medran con la política, y formar a nuevos liderazgos compatibles con la aspiración de refundar el modelo democrático a través de rejuvenecer también las esperanzas colectivas.
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