Un meme en formato esquela que circuló ayer en las redes sociales a propósito de la sesión 24 del Consejo Nacional del Partido Revolucionario Institucional, lo dice todo: “la sociedad civil lamenta el fallecimiento del PRI acaecido el día de hoy en la Ciudad de México. Descanse en paz”.
Aunque parezca otra de tantas ocasiones en que se ha dado por muerto al PRI, nunca antes las circunstancias se han alineado para dar por hecho los estertores del partido: desplazado a ser la cuarta fuerza política en el país, en plena desbandada de militantes y liderazgos que se van por voluntad propia o expulsados, y repartido entre unos cuantos con igual criterio que los buitres se asignan la carroña, las señales de gravedad dan aviso de la etapa terminal con la aprobación de reformas a los estatutos internos, entre otras cosas para permitir la reelección de Alejandro Moreno Cárdenas hasta por ocho años más.
El gatopardismo donde los cambios se realizan para que todo siga igual siguió dominando sin importar que le adelante el final a un PRI anquilosado, roído y secuestrado sin que les den oportunidad a la sangre nueva, la transformación de prácticas de nocivas a sanas y la reconfiguración de rostro, nombre y apetitos. Sin novedad, el discurso altisonante y hueco hace las veces de novenario recitado por los que lucraron con la derrota del 2 de junio.
Se remarcó el mismo proceso que aleja al PRI del voto y de las principales aspiraciones sociales, llegando al extremo del cosmetismo fúnebre que apenas en la postración renuncia al ideario del neoliberalismo, mediante el mea culpa que generó pobreza, violencia y desigualdad social, lo cual distanció al tricolor de grandes grupos de la población.
Ese mismo PRI difícilmente saldrá del hoyo en que lo echó ayer el Consejo Nacional, con la medicina que en vez de sanarlo parece aplicársele para matarlo, ya que la permanencia alevosa de “Alito” en la dirigencia, aplaudida por los afines que disfrutan de los restos priístas, es más una eutanasia política que la disposición a salvarlo.
Pobre Partido Revolucionario Institucional: rehén de quienes acabaron con él y cada día más golpeado por el electorado que lo abomina.
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