Con las recientes tormentas que han beneficiado a Sinaloa al disipar la situación de sequía extrema, han resaltado también los daños causados a las redes de suministro de electricidad y abastecimiento de agua planteándose la población la pregunta de qué tamaño sería el colapso con las posibles afectaciones de un huracán y si las instituciones de emergencia, servicios públicos y de prevención de riesgos están realmente preparadas para la respuesta rápida ante eventos climáticos de mayor capacidad de desastre.
Con las intensas lluvias y vientos del lunes, más la tormenta eléctrica, el tendido eléctrico falló en gran parte de la capital del estado y en ciudades y comunidades de las zonas centro, centro-norte y norte, y todavía hasta ayer por la tarde se reportaron varias colonias y comunidades rurales sin la intervención reparadora de la Comisión Federal de electricidad, mientras que la Junta de Agua Potable y Alcantarillado de Culiacán reportó averías en la planta potabilizadora San Lorenzo e incremento en la turbiedad del vital líquido abastecido a sus usuarios.
La superintendencia regional de la CFE informó que en Sinaloa y Sonora resultaron afectados 151 mil domicilios, que representan menos del 7 por ciento de los 2.3 millones de usuarios totales en ambos estados, pero hasta en la tarde del martes, 24 horas después de la tormenta, dio por restablecido el cien por ciento del servicio con la participación de 129 trabajadores electricistas, 27 grúas y 60 vehículos.
Lo que está a la vista es la necesidad de atender deficiencias en la infraestructura proveedora de electricidad y agua potable, haya o no emergencias por causas naturales, subsanando puntos críticos para que no se acumulen a la devastación que sobreviene con fenómenos meteorológicos de altos impactos, y realizando a tiempo la adecuada labor de prevención para que la tarea de atenuación de daños resulte mejor para los sinaloenses en caso de situaciones de alerta máxima.
La obra pendiente tiene que ver con infraestructura cuya vida útil ya feneció, inversión pública para equipar a los centros poblados de tecnología moderna frente a las embestidas del cambio climático, y sobre todo la cultura de anticipación que sustituya la mentalidad de actuar hasta que los problemas se presentan. Sin apostarle todo al sistema de protección civil, interrogar si está preparado Sinaloa para hacerle frente a desastres mayores.
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