De aquí al próximo 11 de septiembre cuando el pleno del Senado de la República decida si aprueba o no la reforma constitucional que merma la independencia de la Suprema Corte de Justicia de Nación, la bancada dominante en la Cámara alta, que integran el Movimiento Regeneración Nacional y partidos aliados, hará uso de todos los medios de cooptación para obtener el voto de un legislador más que le permita la mayoría calificada para darle el último empujón a la polémica iniciativa del presidente Andrés Manuel López Obrador.

En esta coyuntura todos los senadores de los grupos parlamentarios opositores (de los partidos Revolucionario Institucional, Acción Nacional y Movimiento Ciudadano) están fiscalizados por la lupa ciudadana para observar cuál de ellos incurre en la traición y colabore a perpetrar la propuesta que debilita la autonomía del Poder Judicial para hacerlo tan servil al Ejecutivo como ya lo es la fuerza que tiene el control del Congreso de la Unión.

Por supuesto que no faltará quién se alíe a Morena y afines porque en el desempeño de la representación popular los principios e ideologías se convierten en mercancía disponible para el mejor postor, importándoles más lo que les caiga al bolsillo que la pertinencia de sacar a México de la vertiente a la dictadura que asoma por la venenosa amalgama de autoritarismo y complicidad que les aplican a los sistemas vitales de la Nación.

 

Después de que la Cámara de Diputados aprobó la reforma judicial y turnó al Senado la correspondiente minuta para su rechazo o ratificación, la fracción de Morena hace alarde de tener lista la mayoría constitucional, lo cual quiere decir que la semana próxima, cuando sea votada la iniciativa de AMLO, se sabrá quién o quiénes son los judas que embozados en la oposición le asestarán un golpe certero de felonía no sólo al o los partidos que los llevaron al cargo, sino a la autonomía de los tres poderes de la unión y fundamentalmente a México entero.

El Senado es en estos momentos la única y última posibilidad de frenar las decisiones autoritarias de López Obrador, volteando a ver a los que en los entornos nacional e internacional advierten de los riesgos de sacrificar la independencia de la Suprema Corte. ¿Podrá más la voluntad del presidente que las protestas de miles de ciudadanos que ayer se movilizaron en Culiacán y desde hace semanas en el plano nacional, en defensa de la justicia justa, expedita y sin intromisiones políticas?

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