Si bien es cierto que la marcha por la paz realizada el domingo significaría en el mejor de los casos la activación de un movimiento ciudadano más amplio preocupado y ocupado en exigir y aportar en materia de seguridad pública para el restablecimiento de las actividades humanas lícitas, aún queda pendiente de estructurar el Culiacán que sale abrumadoramente a defender los espacios seguros para el trabajo, educación, convivencia y quehaceres generales normalizados en el orden y la ley.
La movilización del domingo no pasó de ser la salida a la calles de los mismos actores y sectores que sostienen la premisa pacificadora, siendo la comunidad de las colonias populares, sectores residenciales, escuelas y familias en general las ausentes en una situación que pone en peligro a todos y todo, sin excepción, debido a que la delincuencia organizada pretende instalar su poder mediante el miedo propagado indiscriminadamente.
Esto significa que la mentalidad pública le atribuye al gobierno toda la responsabilidad de la tranquilidad y la protección, que en efecto en materia de prevención, contención y solución en gran medida toca a las autoridades, sin embargo, al tratarse de atender las causas desde la raíz una importante cuota de compromiso está en lo que cada hogar pueda instrumentar hacia el Sinaloa civilizado no por coyunturas sino como forma de vida.
Culiacán necesita mostrarse más enérgico desde la sociedad participativa en la exigencia y aportación para la auténtica y permanente pacificación. No obstante lo loable que es la expresión de inconformidad ciudadana del domingo, urge mostrar la fuerza consensuada frente al enorme despliegue logístico del crimen que reta a las instituciones militares y civiles y desafía a los habitantes de una ciudad que desde la trinchera que sea, la de la protesta en la calle o la del reclamo en el cautiverio por miedo, mantienen en alto la bandera de la paz.
La marcha del Culiacán Valiente debe abrirle sendas de coordinación a todos los grupos de ciudadanos para el surgimiento de un planteamiento construido desde la unidad cívica que demande a los gobiernos federal, estatal y municipal la construcción de salidas confiables y de certidumbre hacia un Sinaloa sin violencia. Lo que urge ahora es el tan nombrado pacto social donde al margen de diferencias nos percatemos de que yendo juntos a restablecer el Estado de derecho, sociedad y gobierno podremos por fin ganar la guerra en favor de la paz.
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